El Parlamento Europeo endurece las medidas contra el greenwashing. Y entonces, ¿ya estaría?

14/05/2024

Tiempo de lectura: 4 minutos

Qué la ecología como etiqueta comercial está de moda, es un hecho. Qué cada vez nos preocupamos más por el impacto de nuestras elecciones de consumo, también. Sin embargo, ni las elecciones “más verdes” han de ser usadas como diazepanes contra una conciencia ansiosa y con sentimientos de culpabilidad por un mundo sumergido en múltiples crisis, ni la comercialización ni producción han de estar envueltas en eslóganes de aparente sostenibilidad, mientras su contenido y haceres se mantienen intactos tal y como estaban. Tanto por la parte que ofrece productos en el mercado como por la de aquellos que los consumen hay una gran responsabilidad. En los primeros reposa la responsabilidad de no adular a la población con tentadoras narrativas “ecológicas” vacías de fundamentos con el único fin de lucrarse económicamente a través del engaño y la competencia desleal. De los segundos, se espera que se informen para que se aseguren de que sus elecciones tienen un impacto real en el beneficio de su salud y en la del planeta. Por lo tanto, el blanqueamiento de la sostenibilidad no ha de ser instrumentalizado ni como medio para el crecimiento económico de las entidades, ni para un supuesto perfeccionamiento moral individual.

Dicho esto, son muchas las personas y entidades que han apostado por una ética colectiva ecosocial. Aun así, también muchas de ellas, en la UE, encuentran trabas para diferenciar entre las etiquetas que tienen un verdadero impacto y el greenwashing. Esto se debe a dos motivos principales: en Europa hay más 230 ecoetiquetas de las cuales casi la mitad tienen procesos de verificación muy débiles o nulos; y a pesar de que el 75% de los productos comercializados en la UE se (auto)declaran, de forma implícita o explícitamente, ecológicos, más de la mitad de estas afirmaciones son vagas, engañosas o infundadas. Ya, en marzo de 2022, la Comisión Europea presentó un paquete de medidas a favor de la economía circular, con propuestas contra el greenwashing. Sin embargo no ha sido hasta este pasado 12 de marzo del 2024 cuando tales medidas se han endurecido, dejando menos espacio para ambigüedades. Veamos algunas de ellas (para más, pulsa aquí):

  • El Green Claims Directive obligará a las empresas a presentar pruebas de sus afirmaciones de marketing medioambiental antes de anunciar sus productos como “biodegradables”, “menos contaminantes”, “ahorradores de agua”, o con “contenido de base biológica”. Para proteger a los compradores de publicidad infundada, los países de la UE tendrán que asignar verificadores que prueben tales afirmaciones.
  • Seguirán prohibidas las afirmaciones ecológicas únicamente basadas en sistemas de compensación de carbono, a no ser que se emplee con los emisiones residuales (“aquellas que no logran eliminarse con las estrategias de reducción de emisiones, puesto que es inviable a nivel técnico y económico”) .
  • Las alegaciones ecológicas sólo pueden fundamentarse mediante el método de la huella ambiental de producto cuando abarca todos los aspectos relevantes para el sector (por ejemplo, alimentación o textil).
  • Las reclamaciones y sus pruebas se evalúan en un plazo de 30 días, pero las reclamaciones y productos más simples podrían beneficiarse de una verificación más rápida o sencilla.
  • Además, el Parlamento acordó introducir un Foro de Consulta sobre Reclamaciones Verdes que dará más voz a la sociedad civil y otras partes interesadas para influir en la futura legislación resultante de la Directiva del Green Claim.

Aunque estas medidas son un claro endurecimiento de las normativas frente al greenwashing, no es oro todo lo que reduce, pues por ahora, seguirán siendo posibles las declaraciones ecológicas sobre productos que contienen sustancias peligrosas. En el futuro, será la Comisión quien evaluará si han de ser prohibidas o no. Desde la Fundación Vida Sostenible (FVS) –creemos que la sostenibilidad trata tanto de la salud del planeta como de las personas, y es un derecho fundamental, al menos, dar a conocer a la población los productos que contengan sustancias peligrosas. Por ello, en la FVS, tras la participación en el proyecto Life AskREACH, gestionamos una app Scan4Schem  donde se pueden escanear los productos no alimentarios y descubrir si contienen sustancias peligrosas o no.

En definitiva, aunque es indudable el endurecimiento de las medidas contra el marketing del greenwashing, aún queda mucho por hacer. Ya desde hace tiempo venimos poniendo el foco en ello con cartas dirigidas a las autoridades políticas con medidas para implementar y consejos para no caer en la trampa. Por ello, aunque todo avance es bienvenido, todavía queda avanzar en las certificaciones, sellos o etiquetas ecológicas para avanzar hacia lo que contribuye realmente hacia la sostenibilidad. Además en un sistema donde se prima el crecimiento económico frente a toda cuestión, habrá quienes busquen líneas de fugas para el enriquecimiento propio, por eso desde la FVS seguiremos informando de los siguientes cambios normativos, así como posibles medidas de prevención para los consumidores.

Anabel Soriano Oliva

Imagen: iStock

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