Más allá del reciclaje: cómo las empresas sociales redefinen la industria textil

30/05/2024

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“Solo el 1% de la ropa usada se recicla en ropa nueva”, según el Parlamento Europeo. La industria textil es de los sectores de consumo que más impacto medioambiental tiene, y este no es positivo: cuenta con el tercer peor impacto en uso de agua y del suelo, y el quinto que más recursos naturales explota y que más gases de efecto invernadero emite. Fruto de lo que se llama la moda rápida (fast fashion), que implica la llegada constante de nuevas tendencias y a bajos precios, tanto la producción como el desecho de fibras textiles casi se ha duplicado entre 2000 y 2020 a nivel mundial.

En marzo de este año desde la Fundación Vida Sostenible nos hemos unido a más de 90 organizaciones socioambientales europeas en la firma de una carta conjunta dirigida a la Unión Europea y a sus responsables políticos. Esta carta iniciada por RREUSE pide que se dé más importancia en el marco político a la circularidad, la gestión sostenible de los recursos, la conservación de la naturaleza y la neutralidad climática, así como a la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión social.

En la carta se recoge que es esencial dar apoyo a las entidades de la economía social en la gestión de los residuos textiles. También, se reconocen a estas empresas como pioneras en la economía social y en la circularidad. Son los únicos actores en la cadena de valor textil que actúan bajo un modelo que prioriza a la reutilización local y se enfoca al mismo tiempo en el bienestar comunitario, la ciudadanía activa y la suficiencia.

Por lo tanto, la contribución social y comunitaria de tales entidades es innegable; las empresas sociales en el sector textil crean entre 20 y 35 empleos por cada 1.000 toneladas de residuos recogidos para reutilización. Estos trabajos integran a personas en riesgo de exclusión social y laboral. Además, ayudan a reducir los efectos de los costes de la vida y combatir la pobreza material ofreciendo ropa de segunda mano a precios razonables y así como servicios de reparación.

Esto se debe a que en marzo se hicieron propuestas para la revisión de la Directiva marco sobre residuos (DMA, o WFD en inglés) de la UE, que incluían medidas positivas para la participación de empresas sociales y sobre su rol tanto en la reutilización como en la preparación para la reutilización de textiles. Además, se han propuesto nuevos esquemas para la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP o EPR por su sigla en inglés) donde “los productores pagarán por la recogida, organización y reciclaje de los residuos textiles”.

Sin embargo, como era de esperar, la propuesta de estas medidas se ha recibido con alguna resistencia por parte de ciertos operadores comerciales y de sus asociaciones. Estos no tienen en cuenta la naturaleza ni los principios de la economía social, ni los altos costes iniciales que supone la economía social en comparación con los de los actores comerciales. Esto es un reflejo de la codicia competitiva que existe en un sistema desactualizado en el que operamos, cuya única meta es la acumulación ilimitada de capital, y no el bienestar social. Siempre habrá resistencia a cambios hacia un futuro más sostenible y equitativo, sobre todo cuando esto implica que los actores contaminantes tomen responsabilidad de sus acciones.

Por ello, para “nivelar el terreno de juego” en el sector textil en la transición ecológica, pedimos a los responsables políticos de la UE que prioricen los siguientes cuatro puntos esenciales:

  • Continuar con las medidas positivas para la participación de las empresas sociales en la recogida y gestión de textiles usados y desechados que se han propuesto en la revisión de la Directiva marco sobre residuos.
  • Conceder poder decisivo a las entidades de economía social en el contexto municipal en la gobernanza de los esquemas de la RAP.
  • Requerir que las tasas del RAP cubran todos los costes asociados a la recogida, reutilización, preparación para la reutilización y gestión de los textiles y de sus residuos, llevadas a cabo por empresas sociales.
  • Garantizar que las empresas sociales mantengan la propiedad sobre los textiles que recogen y gestionan.

La ciudadanía europea tira 5,8 millones de toneladas de ropa o textiles al año. De media, cada persona de la UE consumió 16 kg de textiles en 2020 (de ellos, solo 4,4 kg se recogieron por separado para su reutilización y reciclado). Por habitante medio, este consumo correspondió a un uso de 400 m2 del suelo, 9 m3 de agua, y 391 kg de materias primas, por no hablar de los 270 kg de huella de carbono. Aún así, sabiendo el impacto negativo que tiene producir esta ropa (compuesta entre un 60 y 70% por plásticos), la Agencia Europea del Medio Ambiente calcula que entre 4 y 9% de la ropa producida en el mercado europeo es destruída sin haber sido utilizada. Un despilfarro monumental que no puede seguir así.

Por ello, es necesario ampliar la responsabilidad del productor, pero también hay que fortalecer el papel que tienen las empresas sociales en la reutilización y gestión de textiles. Esto es esencial tanto para el medio ambiente y sus recursos, como para catalizar la inclusión socioeconómica para el desarrollo comunitario. Por estas razones, la carta demanda que esto se refuerce con el fin de transformar una industria tan poco sostenible en una que promocione el bienestar y la suficiencia.

Diogo de Melo 
Fundación Vida Sostenible

Imagen: A tour of the Goodwill Outlet warehouse and retail store in St. Paul, MN, in April 2019. Flick-Creative Commons

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