Una guía rápida del caminante urbano

14/11/2022

Tiempo de lectura: 8 minutos

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Todo empezó en los juegos olímpicos de Tokyo de 1964, cuando se comenzó a vender un podómetro bajo el lema “Caminemos 10.000 pasos”. A partir de ahí se popularizó el objetivo de los 10.000 pasos como una especie de panacea de la salud, con muchas discusiones a favor y en contra pero una conclusión con la que todos están de acuerdo: caminar es bueno para la salud, independientemente de la distancia que se recorra. Puedes descargar aquí la guía oficial de la Organización Mundial de la Salud sobre cómo combatir la vida sedentaria.

Es posible llegar a los 10.000 pasos o más dando vueltas a la manzana o en la cinta de un gimnasio, pero también podemos hacer otra cosa. En números redondos, 10.000 pasos son siete kilómetros. Y aquí encajan algunos datos interesantes proporcionados por el Observatorio de la Movilidad Metropolitana (OMM). La distancia media de viaje en transporte público, en Barcelona, es de 6,6 km, en Madrid de 7,10 km y en Coruña de 3,6 km (datos de 2017 y 2018). Estos datos parecen indicar que hay muchos viajes en transporte público que son perfectamente realizables caminando. También unos cuantos de los viajes que hacemos en automóvil. Por ejemplo, en Bizkaia (2008), la distancia media de viaje en automóvil era de sólo 2,8 km en recorridos urbanos. En general, se puede aventurar que un porcentaje bastante elevado de viajes que hacemos en coche o en transporte público se podrían hacer a pie. Los informes del OMM muestran que aproximadamente un tercio de la población hace sus viajes cotidianos a pie, con variaciones según el tamaño y disposición de sus áreas urbanas. ¿Podríamos aumentar este porcentaje?

Un modo de transporte con una autonomía de 7 kilómetros es suficiente para abarcar toda una ciudad de tamaño medio o buena parte de una ciudad de tamaño grande. Podemos dar un paso más impulsando el caminar como medio de transporte hasta que sea un medio de transporte predominante.

Hay muchas oportunidades para caminar, y de hecho solemos hacerlo todo el día, a no ser que seamos sedentarios como chinchetas. Podemos hacerlo en toda clase de trayectos: al mercado, gestiones administrativas, compras diversas, actividades de ocio. Un paso más es hacer caminando, al menos en parte, viajes cotidianos obligados al trabajo o por motivo de estudios. Es fácil sustituir trayectos en vehículo privado o transporte público de entre 2,5 y 3 km por los mismos pero usando como vehículo tus pies. Podemos ir y volver caminando o hacer solamente un trayecto a pie.

Ciudades hostiles a los peatones

Aquí nos tropezamos con un problema que viene de lejos. La ciudad es muy agresiva contra el peatón, y esta situación sólo recientemente ha comenzado a revertirse, con unas cuantas iniciativas de pacificación del tráfico y de peatonalización, y algunas ideas de gran calado, como la ciudad del cuarto de hora.

Se ve con claridad cómo los peatones son la última prioridad en la ciudad si calibramos el espacio que tienen reservado, aceras estrechas en calles donde el 80% del espacio está ocupado por coches aparcados y la calzada por donde circulan los vehículos. O si medimos el tiempo que tienen los peatones para cruzar los pasos con semáforo, unos 15 segundos comparados con los 100 segundos de media de que disponen los coches. Los peatones tienen que llevar una velocidad mínima de dos metros por segundo si no quieren ser atropellados. En la ciudad de Madrid, más de un centenar de personas morían atropelladas cada año hace medio siglo, y esa cifra todavía es actualmente de quince.

La antigua coexistencia pacífica entre vehículos y peatones, ambos más o menos a la misma velocidad, fue destruida por la separación del tráfico rodado –convertido en una riada de coches a gran velocidad– y del peatonal en dos compartimentos estancos, conectados únicamente por un sistema de compuertas (los semáforos). Como los semáforos están estrictamente regulados a favor de la fluidez del tráfico rodado, se llega a perder bastante tiempo esperando que se abran para el peatón. Eso reduce la velocidad del caminante urbano en trayectos largos y reduce el atractivo de los viajes a pie.

Ciudades “peatón-friendly”

El concepto de “caminabilidad” de la ciudad viene en nuestra ayuda. Es una versión del inglés walkability y se define como «el grado en que el entorno urbano promociona el desplazamiento a pie hacia los destinos que satisfacen la mayor parte de las actividades diarias«. Hay entornos urbanos tan hostiles que realmente prohíben el caminar como modo de desplazamiento, como sucede cuando nos tropezamos con una autopista urbana desprovista de semáforos, o bien con vías de tráfico rápido que sencillamente carecen de aceras.

A diferencia de lo que ocurre con la bicicleta, todavía no hay apenas planes de estímulo específico a la modalidad de transporte urbano a pie. Desde luego no se plantea una red de carriles para peatones (entre otras cosas porque ya existen, son las aceras). Sí existen rutas peatonales en la ciudad, pero orientadas al ocio y el turismo más bien. Recientemente se están planteando iniciativas algo más ambiciosas de mejora de la caminabilidad, como las superillas de Barcelona (sectores urbanos con restricciones al tráfico privado, que queda subordinado al peatonal). O el Metrominuto surgido en Pontevedra hace unos años, que se ha extendido a muchas otras ciudades.

Se pueden hacer muchas cosas para incentivar el transporte a pie, y muchas de ellas no tienen coste o este es muy reducido. Fundamental es empezar con una pacificación del tráfico rodado, pasando a un rango de velocidades en ciudad de 50/30/20 km/h, norma que recientemente ha entrado en vigor en nuestro país. La peatonalización de espacios urbanos cada vez mayores, el ensanche de aceras, incentivos a las empresas que impulsen el transporte a pie, apoyo a las asociaciones de peatones y muchas otras medidas nos pueden acercar al objetivo de una ciudad devuelta al peatón, y por ende más limpia, agradable y segura.

¿Cómo introducir el caminar como medio de transporte en nuestra vida cotidiana?

Lo primero es pararnos a pensar un poco antes de emprender el viaje. Por ejemplo, si hacemos todos los días un trayecto en autobús o en coche de 2 kilómetros, ¿podríamos hacerlo caminando? Si es más largo, ¿podríamos hacer a pie el viaje de ida o el regreso? En recorridos más largos, ¿es posible combinar trayectos, haciendo parte en vehículo y el resto caminando? Hay un sinfín de posibilidades. Puede ser de gran ayuda echar un vistazo a Google Maps para definir distancias exactas y tiempos previstos de desplazamiento.

Los humanos hemos sido diseñados por la evolución para caminar largas distancias a una velocidad media de unos cinco kilómetros por hora, somos caminantes por naturaleza. Caminar termina por enganchar. Es verdad que es sano, ecológico y sostenible, pero es que además es adictivo. Muy pronto se convierte en un placer del que es difícil prescindir. Y es que, con una velocidad de crucero de cinco o seis kilómetros por hora, y variando hábilmente las rutas que sigues, puedes terminar por conocer una gran porción de tu ciudad como la palma de tu mano. Tienes a tu alcance caminando decenas de kilómetros cuadrados. Seguro que repetirás ruta, pero eso es una buena oportunidad para apreciar y disfrutar de los incesantes cambios del paisaje urbano, diferentes de los de la naturaleza pero no menos curiosos. Caminar contribuye a mejorar el conocimiento de tu localidad, a apreciar los cambios del paisaje en el que te mueves, a interpretar tu ciudad. ¡Hazte flâneur!

Aquí llegamos a una última objeción, pero seria: la falta de tiempo que deriva del “acelerado ritmo de la vida moderna”. Parece lógico pensar que iremos mucho más rápidos y ahorraremos mucho tiempo si vamos en un vehículo, público o privado, que si vamos caminando. Eso es cierto en largas distancias, pero no lo es tanto en distancias menores. La velocidad comercial en una ciudad de tráfico denso, contando con los atascos, no es muy superior a 10-15 km/h. No es mucho mayor que la que podemos conseguir caminando a buen paso. Además, caminar puede añadir un tiempo extra al viaje perfectamente asumible. Por ejemplo, una ruta de autobús de cuatro kilómetros, que dura 25 minutos (sin atascos) se puede hacer fácilmente en 40 minutos caminando, con un tiempo extra de solo 15 minutos.

Grandes beneficios

Ese tiempo extra se compensa sobradamente con los tres grandes beneficios que obtenemos si comenzamos a usar el caminar como medio de transporte:

  • Mejoras tu salud. Caminar repercute directamente en mejoras en tu bienestar físico. Si tienes problemas de sueño, mejorarán, y lo mismo ocurre con diversos problemas fisiológicos o mecánicos que podamos tener.
  • Ahorras dinero. Es verdad que el calzado se desgasta más rápidamente, pero vas a ahorrar bastante dinero en transportes que ya no necesitas. Tanto si sustituyes viajes en coche como si lo son en transporte público.
  • Contribuyes a mejorar el paisaje urbano y a disminuir la contaminación. Cuantas más personas caminemos, más incentivo habrá para peatonalizar la ciudad y pacificar el tráfico, reduciendo la velocidad de los automóviles, el ruido que generan y el estrés que supone tanto vehículo motorizado. Hay que tener en cuenta que los peatones estábamos primero, mucho antes de que llegaran los coches.

Ilustración: upklyak en Freepik

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