Cincuenta años conteniendo la respiración

25/01/2023

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«Aunque todavía no es necesario salir con mascarillas… la contaminación de la atmósfera de Madrid es grave», reconoció ante los periodistas el alcalde de la capital el 29 de febrero de 1968 (1). El 3 de enero de 2023 el alcalde de Madrid presentó la campaña “Madrid por fin respira”. La ciudad cumplía por primera vez la Directiva europea de calidad del aire. Entre ambas fechas, 55 años, 20.000 días respirando aire tóxico e ilegal.

En ese lapso hubo tiempo para pasar de la dictadura a la democracia (1977) y para entrar en la Unión Europea (1986), entre otras muchas cosas. La composición del aire de la ciudad cambió. Los focos de emisión cambiaron. Cambiaron las políticas de lucha contra la contaminación. Se diseñaron protocolos ante situaciones de peligro. Se solicitó la colaboración ciudadana. El caso de Madrid está lejos de ser único, otras ciudades españolas y europeas pasaron por el mismo proceso.

En 1970-1975 se tomaron medidas de urgencia, casi a la desesperada, para solucionar una situación de contaminación del aire potencialmente desastrosa. Paulatinas mejoras en la calidad de los combustibles usados en la ciudad, principalmente basadas en eliminar el azufre y en utilizar combustibles líquidos, reducir el uso de carbón y emplear variedades menos pesadas de fuel, consiguieron una notable reducción de la contaminación atmosférica clásica por dióxido de azufre y hollín (partículas en suspensión). Pero el uso de combustibles más ligeros sometidos a altas temperaturas y a mucho aporte de oxígeno creó un problema nuevo, la contaminación por óxidos de nitrógeno.

Los pulmones de los ciudadanos de la década de 1970 debieron soportar duras pruebas: se consideraba “admisible” una concentración media de SO2 de 100 microgramos/m3 a lo largo del año, o bien de 400 durante un día. O de 200 microgramos de óxidos de nitrógeno de media diaria y 100 microgramos de media anual. De cinco a diez veces más que los estándares admisibles hoy.

Establecer límites legales de contaminación creó la peligrosa idea de que la contaminación es un fenómeno natural, que debe ser reducida sin prisas pero que solo es una seria amenaza durante los llamados episodios, días o semanas de atmósfera calma y fría que permiten la densificación de las sustancias tóxicas en la atmósfera. Así, año tras año, la ciudad llegaba al borde de la emergencia total, que obligaría a cerrar industrias y calefacciones y paralizar el tráfico. En ese momento crítico solían llegar el viento y las lluvias, que echaban abajo los niveles de contaminación a límites “admisibles” o al menos soportables, y así hasta el próximo episodio.

La aprobación del primer Plan de Saneamiento Atmosférico de la ciudad de Madrid 1981-1982 respondió entre otros factores a la irrespirable situación que se vivió en noviembre y diciembre de 1979. Los culpables principales eran 14.000 calderas de carbón, alimentadas muchas de ellas con combustible de alto contenido en azufre, y cerca de un millón de coches, con estándares de emisión realmente espesos. La erradicación de las calderas de calefacción de carbón se ha puesto en práctica con tanta parsimonia que su culminación se arrastra durante décadas, más de 40 años; parece ser que todavía quedan unas cuantas en la ciudad. El coche fue un hueso mucho más duro de roer.

Paulatinamente el tráfico se convirtió en la fuente más importante de contaminación, y las sustancias tóxicas más importantes pasaron a ser los óxidos de nitrógeno y las partículas en suspensión muy pequeñas. Poco a poco se erradicaron las humaredas de los tubos de escape gracias al uso de catalizadores, motores más afinados y combustibles más ligeros. La contaminación por óxidos de nitrógeno y micropartículas que quedó, no obstante, es menos visible que la antigua contaminación por gruesas partículas en suspensión, menos evidente para la ciudadanía.

Se estableció un baremo bastante generoso de nivel admisible de contaminantes y el asunto de limpiar la atmósfera urbana se arrastró durante décadas entre directivas europeas reduciendo los límites admisibles de contaminantes y ayuntamientos reticentes a molestar a los conductores de coches y también votantes.

El último capítulo de esta larga historia consistió en la medida nunca vista antes de impedir el acceso a la ciudad (o partes de ella) de los vehículos contaminantes. Madrid Central restringió el tráfico en todo el distrito Centro a partir de 2018. La oposición municipal ganó las siguientes elecciones con la promesa de derogarlo pero, tras considerables trifulcas políticas, la restricción se fue normalizando, aceptando e incluso ampliando, siguiendo las normas europeas. Cuatro años después, la ciudad cumplió por primera vez los estándares de calidad del aire señalados en Bruselas, es decir, no llegó a los 40 microgramos de media anual en ninguna estación de medición. La máxima registrada fue de 39,77 microgramos/metro cúbico.

Más de medio siglo después, los madrileños pueden volver a respirar (casi) a sus anchas el aire de su ciudad, un aire que sigue contaminado pero ya es perfectamente legal. El plan de la UE es rebajar la concentración máxima permitida a 20 microgramos/metro cúbico, y la OMS reduce esa cifra a la mitad.

Jesús Alonso Millán

Imagen: fragmento del cartel de las Jornadas de Protección del Ambiente Atmosférico celebradas en Madrid del 10 al 12 de noviembre de 1982. Delegación de Saneamiento y Medio Ambiente del Excmo. Ayuntamiento de Madrid.

(1) ABC, 1 de marzo de 1968. El alcalde de Madrid entonces era Carlos Arias Navarro, fiscal a cargo de la represión en Málaga durante la guerra civil, gobernador civil de varias provincias, Director general de Seguridad, Ministro de la Gobernación y por fin último presidente del Gobierno de la dictadura franquista.

 

 

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