Minería en un lugar de la Mancha

31/08/2016

Tiempo de lectura: 6 minutos

La historia es la que sigue:

De camino, en transporte público claro, por las carreteras secundarias de la Mancha más profunda, y nunca mejor dicho, me fijo en un grafiti. Me llama la atención su caligrafía práctica, nada artística, porque lo importante es el mensaje. Se lee lo siguiente: “No a la minería en tierras raras”. En un principio no tengo ni la más remota idea de lo que significa. Al llegar a mi destino, ese pueblo del que Cervantes no quería ni oír hablar, me encuentro una pequeña pancarta en el balcón de una casa con un texto similar. Y antes de acudir como una loca al señor Google, prefiero preguntar a alguien de carne y hueso, y quién mejor que un camarero. Me cuenta que casi nadie sabe nada, rara vez sale en la televisión autonómica, y no digamos en la nacional.

Pero que el día de la visita del Rey, un rápido en reflejos, intentó darle una pancarta como la del balcón. Misión fallida, el equipo de seguridad no lo permitió. Tras esta breve entradilla explico la situación: bajo las tierras rojizas llenas de olivares, el oro líquido de la zona, se esconde otro oro un poco mejor, la monacita gris.

La empresa española Quantum Minería, con supuestas malas artes y beneficiada de la pasividad de la Junta de Castilla-La Mancha, pretende explotar «tierras raras» en una parte del Campo de Montiel.

Se conoce por «tierras raras» al conjunto de 17 elementos químicos metálicos que se encuentran dispersos por la corteza terrestre. Se consideran «tierras» porque se disuelven en ácido y  «raras» porque es difícil encontrarlos de forma pura. El interés radica en que todo lo que nos rodea y necesitamos para mejorar la eficiencia energética y reducir las emisiones de GEIs (Gases de efecto invernadero) contiene alguno de estos elementos, a saber: coches eléctricos, tecnologías de energías renovables, lámparas de bajo consumo, pantallas móviles… Y la monacita gris (o fosfato de tierras raras) contiene 3 de los elementos más demandados –praseodimio, neodimio y europio.

Estas tierras se han convertido en un arma geopolítica, donde China monopoliza casi el 90% de la producción mundial. Es por ello por lo que hasta la UE, la misma que proclama a los cuatro vientos que nos dirigimos hacia una economía circular donde se cumplirán punto por punto las exigencias de la COP21, se ha sacado de la manga el proyecto EURARE, a través del cual busca financiar la explotación de este mineral al considerarlo “materia prima crítica”. El proceso consiste en movimientos de tierra, extracción y la consiguiente emisión de residuos químicos, algunos de ellos radiactivos (la monacita contiene alrededor de un 10% de uranio y torio).

Y, ¿por qué en La Mancha? A principios de los 90, la también española Adaro analizó muestras del terreno que evidenciaron la presencia de monacita. Por lo que en 2014, Quantum retomó el proyecto. Y su intención es seguir con el plan de explotación, a pesar de no contar con la autorización de toma de agua del embalse de la Cabezuela, denegada por la Confederación Hidrográfica del Guadiana.

El área que se vería afectada de forma directa por las extracciones comprende unas 30.000 ha, donde quedan incluidos los términos municipales de Torrenueva, Torre de Juan Abad, Santa Cruz de Mudela, Alhambra, Membrilla, San Carlos del Valle, Valdepeñas, Manzanares y Moral de Calatrava. Además, afecta a la ZEPA “Áreas esteparias del Campo de Montiel”, a los programas de recuperación de especies protegidas, al abastecimiento de recursos hídricos y al sector de la agricultura y la ganadería. Quantum Minería, siguiendo con la picaresca típica de otros proyectos, ha fragmentado el proyecto para diluir los efectos de la actividad. Y la Junta, tanto de la legislatura anterior como de la actual, ha eximido al promotor de los estudios de impacto ambiental de los permisos de investigación pese a reconocer sus consecuencias.

Parece ser que la mayoría de los vecinos no saben nada de este proyecto, incluidos miembros de los ayuntamientos. Aunque a algunos lo ven como un bote salvavidas que acabe con el desempleo en una zona especialmente deprimida. Las principales fuentes de ingreso vienen de la agricultura y algo de ganadería, y teniendo en cuenta el recorte en las ayudas de la PAC y la incertidumbre propia del sector, la ecuación sale negativa. Es el algoritmo que se repite siempre. Dejando a un lado la parte ambiental, la parte que algunos consideren abstracta, esta mina tampoco va a sanear la economía local ni va a contribuir en el bienestar social.

Las tareas técnicas (planificación del proyecto, evaluación ambiental…) no van a ser desempeñadas por gente local, probablemente. Y las tareas más sucias, aparte de peligrosas, no necesitarán de muchos empleados. Por lo que al final, esta bonita zona del Campo de Montiel, se verá contaminada por tierra, agua y aire. Adiós a los olivares, las viñas y el turismo quijotesco.

Pero aún hay esperanza. Se ha creado una plataforma vecinal y “no política”, según se definen en su página web el colectivo de “Sí a la tierra viva”, cuyo objetivo es la paralización de este proyecto. Además han lanzado una petición en change.org (Por un Campo de Montiel vivo, sin minería de tierras raras).

Lógicamente, necesitamos aprovechar los recursos naturales del planeta para lograr tecnologías que colaboren con la sostenibilidad, pero si el proceso para llegar a ese punto dista mucho de ésta, algo no estamos entendiendo.

Pero, ¿no estábamos avanzando?, ¿no estábamos encaminándonos hacia una sociedad más verde? (signifique esto lo que signifique). Si el progreso tecnológico implica, y agrava, desastres sociales y ambientales, ¿se puede seguir considerando progreso?

María Perona

Fuentes:

Artículos relacionados

Dejar un comentario:

Recibe información periódica sobre nuestros proyectos