Mares sin tóxicos: químicos del día a día en los ecosistemas marinos
18/06/2025
Tiempo de lectura: 13 minutos
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Comenzamos nuestra andadura en 2024 con un nuevo proyecto. Un proyecto que busca informar sobre los impactos en la vida marina de los químicos que se utilizan en la industria. Con ello, esperamos contrarrestar el desconocimiento sobre muchas sustancias químicas que forman parte de muchos artículos de nuestro día a día.
El problema
Como ya comentamos en «Mares sin tóxicos: los químicos textiles en los ecosistemas marinos», la contaminación química es un problema real. En 2022, el Stockholm Resilience Centre, entidad que estableció 9 límites planetarios, concluyó que habíamos superado el límite de la contaminación química. Por entenderlo, cada uno de estos 9 límites hace mención a un factor determinante para sostener la vida tal y como la conocemos. Cada uno de estos factores tiene un límite que, una vez superado, puede suponer cambios en el medio ambiente muy abruptos a gran escala e incluso irreversibles.
Haber superado el límite de la contaminación química supone una gran incertidumbre. Esta incertidumbre se debe a que muchos de los químicos sintetizados por la humanidad no han sido correctamente investigados para conocer sus consecuencias. También hay algo cierto, y es que los que sí se han estudiado y mostrado dañinos, se encuentran en exceso en nuestro entorno. Ya sea por la irresponsabilidad de no haber prohibido su uso o por haberse saltado la ley, ya sea porque son químicos que perduran (y perdurarán) en el medio ambiente durante mucho tiempo, ya sea por otros motivos, estos agentes químicos tienen (y tendrán) un impacto dañino sobre la vida en nuestro planeta.
La importancia de conocer todos estos impactos está ligada al deseo de que se elimine su uso y se sustituya por otros que sean más seguros. Reducir estos tóxicos no es una buena opción ya que: 1) ya hay demasiados vagando por el planeta y añadir más es aumentar el problema y 2) porque es muy difícil controlar que no se esparzan en nuestro entorno. Las sustancias químicas llegan al mar de formas muy diferentes: espumas para apagar incendios que se diluyen en los cuerpos de agua de la naturaleza, deposición desde la atmósfera, lixiviados de basuras que se filtran al suelo y a las aguas subterráneas, vertidos industriales e incluso desde nuestras propias casas a través de nuestras cañerías.
Esta segunda entrada de “Mares sin tóxicos” aborda solo una parte de las sustancias peligrosas (retardantes de llama, antimicrobianos y PFAS) que se usan en artículos de consumo de uso diario que no incluyen los textiles, la alimentación o la cosmética. Estamos hablando de muebles, utensilios de cocina, artículos electrónicos, menaje del hogar, material deportivo, juguetes, artículos específicos para bebés, transporte (bicicletas y coches) y envases y embalajes.
Pero antes de empezar, una nota: las funciones de estos compuestos son útiles. No queremos negar su utilidad ni deseamos que desaparezcan artículos con funciones tales como la impermeabilidad, el aislamiento, la protección de la salud o la prevención de incendios. Queremos dejar claro que estas funciones son positivas pero se deben obtener a través de sustancias que no generen daño a los ecosistemas.
Retardantes de llama
Los retardantes de llama son compuestos que se utilizan para prevenir o retrasar que algo prenda o se queme. Este tipo de compuestos se usan en todo tipo de textiles y plásticos, en acabados de superficies, revestimientos para aislantes…
Existen múltiples tipos de compuestos al igual que múltiples estudios que demuestran que afectan a la vida marina. A continuación se exponen tres ejemplos que tienen consecuencias preocupantes para la biodiversidad:
- Un estudio de belugas en el Ártico comprobó que los niveles de bifenilos policlorados (PCBs) alteran los perfiles de vitaminas A y E, encontrándose menos vitamina A y E en aquellos ejemplares con más concentraciones de PCBs. Esto confirma la utilidad de estas vitaminas como biomarcadores de exposición a contaminantes persistentes. Hay que destacar que estas vitaminas son esenciales para el desarrollo, la reproducción y el sistema inmunológico. Por lo que la exposición a esta contaminación puede ser preocupante para la especie.
- Estudios en autopsias de especímenes de leones marinos encontrados en las costas de California, sugieren una relación entre el carcinoma urogenital y un tipo de éter de difenilo polibromado (PBDEs). El sistema urogenital es el sistema que se encarga del desecho a través de la orina y de la reproducción.
- Aunque no se detallan las consecuencias de la presencia de compuestos halogenados en moluscos, este estudio sugiere los riesgos asociados. Para entender estos riesgos, hay que entender dos cosas:
- Sí se han demostrado dañinos como disruptores endocrinos y que afectan al sistema hormonal de muchos seres vivos.
- También está demostrado que son muy persistentes y no se descomponen en la naturaleza y se acumulan en los tejidos de los seres vivos.
Con esas premisas la investigación nos lleva a la conclusión de que los animales en la parte superior de la cadena alimentaria tenderán a acumular en sus tejidos compuestos químicos que les afectarán a su salud. Obviamente hay mucha literatura sobre estas dos premisas, por lo que la conclusión de este estudio no es fortuita ni única. Pero sí sirve para ejemplificar cómo de extendida está la contaminación y cómo opera sobre la fauna marina.
El número de especies que se ven afectadas por estos contaminantes es muy elevado. Alrededor de todo el globo terráqueo se han registrado especies con retardantes de llama, desde algas microscópicas (fitoplancton) hasta grandes mamíferos (ballenas). Aquí un mapeo de especies que se han identificado como afectadas realizado por Green Science Policy Institute.
Los retardantes de llamas se pueden encontrar en muebles (tanto en su cobertura como en su relleno), en productos para bebés (colchones, almohadas, cambiadores, asientos de coche para bebés, carritos…), artículos electrónicos (televisores, ordenadores, impresoras, revestimiento de cables, equipos de vídeo y sonido…), materiales de construcción (aislantes, persianas, moquetas, pinturas, revestimientos…).
Antimicrobianos
Los antimicrobianos son sustancias que matan o frenan el desarrollo de diferentes microorganismos. También cumplen una función esencial en muchos aspectos, pero quizás se deba hacer una reflexión sobre cuáles usamos, en qué cantidad y en qué contextos.
Así por ejemplo, nos encontramos con los de tipo de amonio cuaternario, QACs por sus siglas en inglés. Estos han aumentado drásticamente tras la aparición del COVID-19, sin embargo, su eficacia en la reducción de trasmisión de enfermedades infecciosas está cuestionada y no parece tan fiable su eficacia cuando se aplica en superficies.
Esta afirmación la podemos encontrar en el estudio Quaternary Ammonium Compounds: A Chemical Class of Emerging Concern donde también hablan de los riesgos para los organismos acuáticos. Algunos de estos compuestos son altamente tóxicos para algas, invertebrados acuáticos y peces. Ya en 1978 se estudió cómo los compuestos de amonio cuaternario eran tóxicos para las algas. En las algas de estudio provocaban blanqueamiento, menor crecimiento y muerte. Aunque el estudio tenga casi 50 años, no está desactualizado. Por ejemplo, en este estudio de 2017, se vio la toxicidad un micro alga y una planta acuática (además de una bacteria y un tipo de crustáceo).
Otros compuestos antimicrobianos están basados en el cloro. Uno de estos antimicrobianos es el triclosán. En esta revisión de la literatura científica sobre este compuesto, se dice que puede generar “estrés oxidativo, alteraciones endocrinas, trastornos reproductivos y las alteraciones de la expresión de genes relacionados con el metabolismo, daños en el ADN, apoptosis, trastornos inmunitarios, disminución de la fertilidad y desarrollo, alteraciones del comportamiento y embriotoxicidad”. Sin saber que son todas las cosas, no parece que sea poca cosa.
Pero una de las principales preocupaciones de los antimicrobianos es el desarrollo de la resistencia a antibacterianos, es decir, la generación de resistencia a estas sustancias por parte de bacterias, hongos, virus, etc. Esto hace que las infecciones sean más difíciles de tratar y, por lo tanto, haya una mayor exposición a infecciones. La Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lo mencionan como un gran riesgo para la especie humana, pero también lo es para el resto de especies que enferman y se infectan. Se han encontrado ya este tipo de agentes en todo tipo de animales marinos: pingüinos, focas, gaviotas, tortugas, ballenas… Obviamente, a mayor proliferación de estos organismos, más riesgos hay.
Pero, dentro del hogar, ¿dónde los podemos encontrar? Por supuesto, en productos para desinfectar van a encontrarse. También se pueden encontrar en purificadores de aire, generadores de ozono u otros instrumentos usados para “sanear” el aire y el agua. Pero no solo su contenido sino que las superficies de estos aparatos pueden contener también este tipo de químicos.
También otros electrodomésticos pueden estar recubiertos con estos químicos y podemos encontrarlos en juguetes, utensilios de cocina, material escolar y de oficina, contenedores de comida, suelos… Es común que muchos de estos artículos sean plásticos.
Sustancias perfluoroalquiladas (PFAS)
Otro nombre para estas sustancias son los “químicos eternos”. Esta denominación viene dada por su alta resistencia a reaccionar con otros elementos o descomponerse en la naturaleza: no se pueden mezclar con el agua o aceites, son resistentes a algunos procesos químicos de descomposición y soportan temperaturas extremas. Es decir, que permanecen tal y como son durante muchísimo tiempo. Esto supone un problema porque son sustancias que son perjudiciales para la salud.
Pero, ¿cuáles son esas consecuencias en la vida marina? En cuanto a los mamíferos marinos, un estudio realizado en delfines en Charleston comprobaron la mayor acumulación de PFAs en función de la edad de los ejemplares. Además, vieron como algunos de los indicadores usados para medir las posibles consecuencias sugerían que la exposición crónica a los PFAS pueden interferir en el sistema inmunológico, haciéndoles más vulnerables a enfermedades. Para muchos mamíferos, por estar en peldaños altos de la cadena alimentaria, es fácil encontrar grandes acumulaciones de PFAS. En este artículo se recogen diferentes publicaciones relacionadas.
También se han encontrado concentraciones elevadas de PFAS en el hígado de osos polares. En una investigación sobre osos polares de Groenlandia, se ha encontrado una relación entre la concentración de PFAS y una enzima relacionada con el sistema nervioso. Las consecuencias de esta afección deben de ser más estudiadas ya que estas enzimas actúan sobre el comportamiento y la reproducción de esta especie.
Para el pez dorado o limón, los PFAS son embriotóxicos, es decir, afectan en su fase de embrión lo que perjudica el desarrollo de esta especie. Al bacalao común, los PFAS parecen afectar de diferentes maneras: alteraciones genéticas en el hígado que pueden alterar a la producción de proteínas, alteraciones en lípidos que pueden afectar funciones celulares o estrés oxidativo. Este tipo de estrés actúa a nivel del ADN y en las células, aumentando el riesgo de mutaciones y la aparición de enfermedades como el cáncer.
Otra especie que sufre de estrés oxidativo son el cangrejo chino o la almeja japónica (actualmente muy extendida en Galicia) por poner solo un par de ejemplos.
También se ha investigado cómo afecta al desarrollo y crecimiento de la rana toro, la rana leopardo o la Daphnia magna (un crustáceo minúsculo, de los que se denominan planctónicos).
Estas investigaciones son solo algunos ejemplos. Los PFAS y toda su familia están en el foco de muchas entidades que consideran que hay que prohibir estas sustancias. De hecho, la investigación en estas sustancias ha sido fruto de atención a finales del año 2024 e inicios del 2025 por el proyecto The Forever Lobbying Project. Muestra un recorrido de 70 años en los que algunas empresas conocían los perjuicios de estas sustancias y, a pesar de ello, han ejercido presión para que no se regularizara sobre ellas.
Y, ¿dónde podemos encontrar PFAS en nuestro hogar? Por sus propiedades antiadherentes, es muy habitual encontrarlas en sartenes u ollas. Por esa misma razón y por su capacidad de repeler manchas y aceites, podemos encontrarlo en productos resistentes al agua o antimanchas como alfombras, muebles o impermeables.
También se usan estos químicos en artículos para la menstruación como compresas y tampones, en espumas contra incendios, revestimientos exteriores para equipos de montaña, asientos de coche… Y, también, es habitual encontrarlo en envases de comida, como algunos de comida rápida o de un solo uso. Un ejemplo de su uso normalizado y preocupante es que en 2024 la UE prohibió el uso de PFAS en las cajas de pizza.
¿Qué hacer?
No podemos prescindir ahora mismo de todas las funciones que nos ofrecen las sustancias de las que aquí se habla. Pero no prescindir de “funciones” no significa que no podamos cuestionarnos qué sustancias usamos y qué cantidad de químicos usamos.
Así por ejemplo, no vamos a negar que es una maravilla tener una sartén en la que salga todo fácilmente sin que se te pegue nada. Pero, a lo mejor, y solo a lo mejor, poniendo en una balanza la facilidad y la salud, ¿podríamos cambiar de prioridades? Pensando que una capa antiadherente tiene una corta vida útil antes de que empiece a desprender tóxicos dañinos para nuestra salud y la de otras especies, quizás compensa optar por sartenes de hierro fundido o acero al carbono aunque se peguen un poco más o tengan un mantenimiento algo más difícil.
¿Y la cantidad? No vamos a prescindir de los antimicrobianos al 100% porque hay momentos y lugares en los que debemos reducir la exposición a ciertos agentes y estos químicos nos pueden ayudar. Pero, sabiendo los costes medioambientales y el riesgo a la creación de bacterias superresistentes, ¿no sería inteligente reducir su uso en vez de aplicarlos, sin filtros ni mesura, en cualquier lugar y en cualquier momento? Y, en estos casos, ¿no deberíamos usar antimicrobianos que no tengan pruebas científicas de que dañan la vida?
Tenemos opción de elegir en nuestra vida. Es una cuestión de prioridades. A veces, de desconocimiento (y por eso la importancia de la divulgación). Pero también hay cosas que se nos escapan que no podemos controlar. Algunos procesos industriales normalizados no van a cambiar y a lo mejor no tenemos (o no conocemos todavía) sustitutivos. O, el trabajo que requiere obtener los artículos sustitutos se quedan muy lejos de nuestra capacidad de obtenerlos. En ese caso, siempre nos quedará seguir hablando de este tema para generar conciencia, presionando a quien corresponda y facilitando a quien promueva cambios positivos. Cualquier acción para cambiar una cultura de producción tóxica siempre será bienvenida.







importante cuidar la naturaleza y los mares
leer lo he leído todo, aplaudo este proyecto, como ayudar, consumiendo el mínimo sobre todo en ropa.
Gracias por este trabajo tan necesario.
hola, me parece muy interesante esta comunicación. hace tiempo me impresionó el trabajo de Rachel Carson sobre estos temas en la bahia de Massachussets. Es impactante como aplicamos químicos por un beneficio inmediato sin tener en uenta daños a medio y largo plazo.