¿Es posible un estilo de vida opulento y sostenible?

04/07/2023

Tiempo de lectura: 4 minutos

A primera vista, “opulento” (abundante, rico y sobrado de bienes) y “sostenible” parecen términos irreconciliables. La caricatura de los estilos de vida sostenibles los describe como basados en comer insectos y moverse en bicicleta u otros vehículos vistos como precarios.

Pero desde luego hay mucho más en los estilos de vida sostenibles (EVS) que bocadillos de saltamontes o patinetes. Los EVS pretenden sustituir la cantidad por la calidad, la dependencia por la autosuficiencia, y añadir un aspecto ético a nuestras relaciones con el medio ambiente a todas las escalas, desde la tienda de la esquina a nuestro planeta. No se trata de sermones buenistas-globalistas, sino de mecanismos que ya están funcionando o que funcionarán en un futuro próximo y que, en conjunto, pueden facilitarnos una vida opípara, “que proporciona riqueza y abundancia”.

Ciudadanos cada vez más autosuficientes: ¿se acabaron las facturas de la luz, el agua y el móvil?

El sistema actual en que recibimos requisitos perentorios de pago por parte de grandes compañías de energía, agua y telefonía, tal vez sea menos oneroso dentro de un par de décadas. En su lugar, cada persona contará con un balance individual de suministros básicos en el que se incluirán sus aportaciones (por ejemplo, si produce electricidad mediante paneles solares, acopia agua de lluvia o utiliza sus ordenadores como parte de conexiones de red independientes).

Un aprovechamiento de los recursos de grano fino, huyendo siempre del sobredimensionamiento

Una persona encaramada en un vehículo de 1.700 kilos, que usa para recorrer los 10 kilómetros que lo separan de su trabajo, es una imagen cada vez más absurda. Una movilidad de grano fino significa utilizar exactamente lo que necesitamos, y no más, para cada tipo de viaje.

Para un viaje intercontinental, usaríamos los grandes jets de pasajeros, se supone que alimentados con biofuel. ¿Un viaje de 500 km a otra ciudad? Tendremos dos opciones, un avión regional eléctrico o un tren rápido. ¿Ir y venir del trabajo? Si nos pilla lejos, a más de 20 km, usaremos el transporte colectivo, el coche compartido individual o incluso cada vez más empresas tendrán sus rutas y lanzaderas y tendrán más institucionalizado el sistema de teletrabajo. Para todas las demás variadas necesidades de transporte, habrá (ya hay) a nuestro alcance soluciones igualmente variadas y adaptadas a cada necesidad.

El concepto de “grano fino” también se aplica a la climatización, y a otras muchas necesidades humanas. Por ejemplo, si necesitamos calor o frío en casa, a partir de la bomba de calor, ya tenemos sistemas capaces de devolver y conservar mucha energía útil a partir de pequeños insumos de energía. No es ciencia ficción: en pocas décadas, la mayoría de los edificios serán de consumo nulo o casi nulo, gracias a programas masivos de mejora de aislamientos. El grano fino también se aplica a las compras de comida: reducir y casi eliminar el desperdicio alimentario equivale a mejorar drásticamente nuestra alimentación, reduciendo al mismo tiempo su coste.

Tecnologías complejas para una vida más sencilla

Las nuevas tecnologías de amplia penetración, ¿pueden ayudarnos a dejar de complicarnos la vida sin necesidad? El smartphone, la puerta abierta a un mundo ilimitado de información, es un ejemplo. Además de para zascandilear por las redes sociales, ya está sirviendo para revolucionar el transporte, dándonos acceso a todo un mundo de vehículos compartidos de “usar y olvidar”.

Nos quitamos de encima la ITV, los talleres de reparaciones, las multas, parkings, seguros, y por supuesto las gasolineras. Otro buen ejemplo es el papel creciente del smartphone en consolidar la economía circular: todo un mundo de objetos ya fabricados y a buen precio en las redes de segunda mano. Otro día hablamos de la inteligencia artificial y del Internet de las cosas, y de su incierto papel en la consolidación de una vida opulenta-sostenible.

Ciudadanos conectados y cívicos: una meta aspiracional

Tal vez el mejor ejemplo de este mecanismo está en la producción de carne. Las macrogranjas de animales hacinados por millares de cabezas son fábricas muy eficientes de producir carne muy barata, perfectamente legales, pero no nos convienen, principalmente por las nefastas condiciones de vida de las bestezuelas y otros serios problemas ambientales que acarrean.

Necesitamos maneras de producir carne y alimentos en general que no esquilmen la fertilidad, ni viertan en el entorno tóxicos, ni supongan merma en el bienestar animal. Muchos mecanismos pueden funcionar aquí, desde un buen sistema de ecoetiquetas a la participación pública, pasando por una cierta autosuficiencia si participamos en un grupo de consumo (que supone compra directa al productor y un cierto control de esta producción).

Proteger el paisaje, la calidad del aire y las aguas y la fertilidad del suelo funciona en círculos concéntricos: nuestra casa, comunidad de vecinos, calle, barrio… y así hasta el planeta. La transición hacia una re-naturalización, capaz de alimentarnos a todos sin envenenar el mundo, es una pieza clave de la vida opípara y opulenta que buscamos.

Jesús Alonso Millán

Imagen: La Abundancia (fragmento). Abraham Girardet (grabador) y Jean Pierre Granger (dibujante), 1815. Biblioteca Digital Hispánica.

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One Comment

  1. Esther 7 julio, 2023 at 3:50 pm - Reply

    volvemos a lo de siempre pero más moderno, no me convence. volvería más al pasado que a ese futuro y miraría más a Tesla.

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