Autobuses eléctricos gratuitos: ¿panacea de movilidad sostenible?

24/02/2020

Tiempo de lectura: 5 minutos

La nueva corporación municipal ha lanzado su propia política de movilidad sostenible, llamada “Madrid 360”, la cual poco a poco va actualizándose. El martes 18 de febrero de 2020, se ha puesto en marcha una nueva alternativa de movilidad sostenible en la ciudad madrileña.

Esta novedosa alternativa, consiste en la implementación de dos líneas de autobús 100% eléctricos. La primera línea, la 001, ya está en marcha y comunica Moncloa y Atocha. La segunda línea, aún no se encuentra en marcha pero se espera que lo esté en un par de semanas, es la 002 y comunicará Argüelles con Puerta de Toledo. La línea 001, cuenta con una flota de 10 autobuses y con una frecuencia entre 7 u 8 minutos. Ambos servicios, cubren una gran parte de Madrid Central, es decir, la zona de bajas emisiones donde el tráfico está restringido a residentes y a vehículos con la etiqueta ECO o Cero Emisiones. La implementación de este servicio ha requerido una inversión de 4,4 millones de euros para la EMT, aunque su uso será completamente gratuito para los ciudadanos.

Todo ello, pretende hacer la ciudad más sostenible, reduciendo la cantidad de gases contaminantes y la contaminación acústica en el centro de las ciudades, siendo además gratuito permitirá un mayor acceso por parte de la población. A pesar de ello, es demasiado pronto para determinar la efectividad de este servicio, es decir, si realmente tiene un demanda suficiente por parte de la población o si por el contrario va a ir medio vacío la mayor parte del tiempo.

¿Podría funcionar aplicar este método a gran escala?

Pongamos un ejemplo bastante drástico y de manera simplificada, imaginemos que este servicio de autobuses eléctricos se aplica a todas las líneas de autobuses de Madrid, siendo este servicio gratuito también. ¿Realmente se utilizaría considerablemente más el transporte público?

La lógica nos dice que sí, el transporte público no es caro, pero el hecho de que fuese completamente gratuito supondría un ahorro de dinero suficiente como para plantearse dejar el coche. Pero claro, ¿cómo y quién asumiría el coste de renovar toda la flota de autobuses convencionales por autobuses eléctricos, además de no cobrar nada al ciudadano por ello? Evidentemente, es económicamente insostenible este método, aparte que la magnitud de dicha inversión sería desmesurada para hacerla de un sólo golpe.

Sin embargo, sí podría verse un punto intermedio. Ir anualmente renovando “x” cantidad de autobuses convencionales por eléctricos y poner un servicio gratuito en aquellas líneas con mayor demanda, como por ejemplo, líneas que conectan con importantes núcleos empresariales, financieros o con grandes intercambiadores de transporte público (Avenida de América, Príncipe Pío, Plaza Castilla, Atocha y Moncloa). Para utilizar otras líneas ajenas a estas se deberá pagar el precio correspondiente o el abono mensual. Para cubrir el gasto adicional que supone hacer gratuitas estas líneas de alta demanda, se podría imponer una tasa a aquellos vehículos con motor de combustión que circulen por el interior de la M-30, por ejemplo.

De esta forma se limitaría en gran medida el tráfico favoreciendo el uso del transporte público. Este es el caso de Londres, en donde se aplica una tarifa de unas 11,50 libras a todo aquel que vaya a circular por la zona delimitada (salvo motos, bicicletas y vehículos cero emisiones), consiguiendo una reducción de más del 30% del tráfico privado respecto a antes de imponer esta medida. El problema es que seguiría habiendo muchas personas que, por ejemplo, vivan en la periferia y tengan que ir a trabajar al centro de Madrid. Este tipo de trayectos dependen en gran medida del vehículo privado ya que el transporte público, según nos alejamos del núcleo metropolitano, comienza a ser menos denso, con menos frecuencias de paso y una mayor duración del trayecto.

Aquí es donde entra en conflicto, no se puede pretender que, una persona que de media tarda 25 minutos en ir o volver del trabajo a casa en su vehículo privado, ahora tenga que coger el transporte público y tardar hora y media por trayecto. Esta es un situación que, aunque parezca muy extrema, ocurre con una mayor frecuencia de lo que se puede llegar a pensar. Para paliar esto se deberían proponer alternativas y soluciones, como por ejemplo la implementación de aparcamientos gratuitos cerca de la franja de bajas emisiones o el retorno de las rutas de empresa. Esta última es de especial interés, ya que consiste en que empresas con un gran volumen de empleados instauren unas rutas de autobús con un horario regular en función de dónde residan sus trabajadores.

A pesar de ello, se trata de una situación considerablemente compleja, ya que cada caso particular es un mundo y no todas las soluciones son aptas para todos los ciudadanos. A pesar de ello, se puede observar una gran diferencia en materia de movilidad sostenible respecto hace 10 años, en donde apenas se fomentaban alternativas ni restricciones. Esta es realmente la solución, adaptarse a los problemas presentes y futuros y seguir evolucionando en la línea del desarrollo sostenible.

Lucas Peces Coloma

Fotografía: Pop & Zebra on Unsplash.

Artículos relacionados

Dejar un comentario:

Recibe información periódica sobre nuestros proyectos