Postcrecimiento: argumentos para otra idea del progreso y del bienestar humano
05/06/2025
Tiempo de lectura: 5 minutos
Es oír la palabra «decrecimiento» y echarnos a temblar: ¿nos van a quitar el coche, la carne, el aire acondicionado, los fines de semana en la playa? El término provoca sensación de inseguridad: ¿Vamos a ser más pobres?
Desde luego, no es una palabra que suene demasiado bien. ¿Qué tal postcrecimiento? Después de haber crecido, mejorar la nueva situación: ¿Un sistema que facilite el aumento de la productividad, no para aumentar la producción material, sino para disminuir el tiempo que pasamos trabajando? ¿Y que nos de tiempo para dedicarnos a actividades placenteras y accesibles, que todo el que quiera se pueda permitir?
¿Cómo se logra eso? No barremos debajo de nuestros pies el mundo que nos sostiene. Empecemos por poner los pies en la Tierra, nuestro único planeta.
El 23 de mayo fue el día en que la huella ecológica de España sobrepasó su biocapacidad. Es decir, si toda la población del planeta hiciese el mismo uso de los recursos que la población española por término medio, este día se habría sobrepasado la capacidad planetaria de sostener la vida humana.
La biocapacidad es la capacidad de los ecosistemas para renovar la biomasa del planeta de la que la humanidad obtiene su medio de vida.
Los ríos, los mares, los ecosistemas, el suelo, la atmósfera, la biodiversidad están sufriendo un deterioro sin precedentes debido a las prácticas erróneas de aprovechamiento de los recursos. Como personas podemos elegir: o encoger los hombros o decidir actuar, interviniendo en la gobernanza de nuestro sistema socioeconómico e incorporando comportamientos responsables en nuestras vidas.
Si estás pensando que tu voto o el activismo ecosocial no sirven de nada; o crees que el conocimiento científico sobre el deterioro de la biocapacidad es una milonga, te recomendamos abandonar esta lectura.
Pero puede que seas del tipo de personas que piensan que se puede hacer mucho. El concepto de esperanza activa, que popularizaron Joanna Macy y Chris Johnstone, consiste en implicarse en la generación de lo que deseamos. La exitosa serie documental Hope! de Javier Peña se esmera en recoger ejemplos por todo el mundo de este activismo pro humanidad. Ya que estamos aquí actuemos con nuestra capacidad y energía.
Hace medio siglo que se planteó la duda de si el crecimiento automático podía continuar indefinidamente. Es decir, si podemos seguir con el modelo «arriba, siempre arriba» del PIB.
Existe acuerdo en que el PIB, que está basado en el gasto en consumo y en la inversión pública y privada, no es una buena medida del bienestar humano. Hay inversiones constructivas y otras destructivas. El gasto en salud o en educación universal son constructivos, promueven bienestar. Las inversiones en armamento, artículos tóxicos o ciertas tecnologías van contra el progreso y la vida humana.
Pepe Mujica lo expresó así ante la Cumbre de la ONU Rio+20, el 20 de junio de 2012: “Tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir”. Concluyó su intervención diciendo “tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana.” Mujica con estas palabras mostró la incongruencia de un concepto de progreso basado en el consumismo.
La estimulación artificial del consumo, lejos de satisfacer las necesidades humanas promueve el individualismo, el aislamiento y la exclusión social.
El crecimiento material y el aumento del uso de energía cada vez mayor nos llevaría a sobrepasar los límites planetarios, si no lo hemos hecho ya.
La investigación del postcrecimiento afirma que el mundo debe abandonar la idea de que las economías deben seguir creciendo en términos de cantidad, y que deben insistir en crecer en calidad. Entre sus promotoras se encuentra Kate Raworth, economista de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y autora del libro de 2017 Doughnut Economics (La economía del dónut), que ha inspirado su propio movimiento mundial. Raworth traza una zona de bienestar humano entre un medio ambiente sano y una sociedad justa, que demuestra que la prosperidad humana es posible dentro de los límites del planeta.
Otra opción, a la que vamos enfilados, es la que describe Douglas Ruskhof, que nos habla de una huida hacia adelante propiciada por los mega millonarios tecnológicos. Lo cuenta en su libro “La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos”.
El postcrecimiento es una visión de futuro en el que la función principal de la actividad económica es el bienestar humano: ¿No era esta la idea de progreso de la humanidad? Entre otras posibilidades, las ideas de la simplicidad voluntaria o las del movimiento minimalista son seductoras.
Simplificar la vida supone prestar atención a las vidas y a los cuidados, no a los objetos, dedicar más recursos a quienes más lo necesitan, despreciar la ostentación: simplicidad de la vida doméstica, riqueza de los servicios públicos.
Todo ayuda a este objetivo, naturalmente, las ideas y las tecnologías innovadoras; pero parte de la solución está en el pasado. En sistemas que funcionaban y que hemos tirado por la borda, como pagar menos por la vivienda y más por los alimentos, o hacer recircular los envases en vez de tirarlos a la basura. O cultivar sin pesticidas tóxicos… o usar la bicicleta como un agradable medio de transporte en distancias cortas. La ciencia ha amparado en muchas ocasiones este conocimiento heurístico alcanzado mediante prueba y error a lo largo de generaciones aprovechando los retos de la escasez.
El concepto de crecimiento como forma de alcanzar la prosperidad desoye la evidencia. La prosperidad es trabajar menos, sufrir menos. El postcrecimiento es una visión de futuro en el que la función principal de la actividad económica es el bienestar humano.
José Vicente de Lucio y Jesús Alonso






