Pánico renovable

30/05/2025

Tiempo de lectura: 6 minutos

¿Qué podemos hacer para tener un sistema eléctrico seguro y resiliente?

¿Qué estabas haciendo a las 12:32 h del 28 de abril de 2025? Con un poco de suerte, estabas en una oficina o un taller y no pasó nada grave, las máquinas simplemente se apagaron. Con mala suerte, te pilló en un ascensor o conectado a una máquina de soporte vital. Era un lunes laborable, el tiempo era agradable, ni frío como para encender la calefacción ni caluroso como para poner el aire. ¿Qué pasó?

No está disponible todavía la explicación oficial, y parece que llevará algún tiempo. Mientras tanto, tenemos toda clase de explicaciones. Un importante sector de los medios de comunicación achaca toda la culpa del apagón a las renovables, “demasiadas renovables” es un mensaje recurrente. Una especie de Chernóbil de la energía solar. Si fuera así, hemos salido relativamente bien librados. El gran apagón se solucionó en doce horas, la zona prohibida de Chernóbil va a cumplir cuarenta años y tiene 2.600 km de extensión.

Culpar de todo al “exceso de renovables” (principalmente la fotovoltaica) va seguido del argumento de que necesitamos energías de verdad, de las que aprietas un botón y empieza a girar una turbina de muchas toneladas. Por ejemplo, la energía nuclear.

La energía atómica está en prolongado retroceso desde su auge a finales de la década de 1980. Últimamente la energía atómica aporta un 20% aproximadamente de la producción eléctrica. En una década cerrarán las últimas centrales construidas (Trillo y Vandellós II, ambas de 1987), según el calendario previsto.

 

Fotografía: Un cartel que se podía ver en las calles de Madrid en abril de 2025.

Hay un problema con la energía nuclear, aparte del riesgo de tener que cerrar una provincia entera a la actividad humana durante siglos. El combustible nuclear viene de muy lejos (Kazajistán, Uzbekistán y Namibia fueron los tres principales proveedores de uranio en 2023) y debe ser sometido a un prolongado y complejo proceso de enriquecimiento, que se realiza en Francia, Estados Unidos y otros países. Por fin el material llega a nuestro país y se empaqueta en pastillas de combustible (otro proceso arduo) para alimentar a las centrales.

Otro tipo de centrales de turbina, las de gas de ciclo combinado producen electricidad de modo muy eficiente y no muy peligroso, pero también tienen el problema de un abastecimiento lejano y complicado. El gas natural puede llegar a la península a través de un gasoducto relativamente corto, unos 900 km desde Hassi R’Mel en Argelia a Almería, o recorrer miles de kilométros desde los yacimientos rusos, o ser licuado y cargado en barcos metaneros en Estados Unidos o Nigeria para navegar miles de kilómetros y volver a convertirse en gas en las regasificadoras de la costa española.

Tanto en el caso del gas como en la nuclear, la dependencia de sucesos lejanos e incontrolables es completa. Esto se vió claro cuando se acercó el invierno de 2022 y el gas ruso se convirtió en el enemigo público número uno. Eso sin contar los problemas de riesgo y contaminación que acarrean las centrales atómicas y las de gas.

Lo cual nos deja con las renovables, cuyo combustible cae literalmente del cielo. La eólica es la principal fuente de electricidad en España (más del 23% de la producción en 2024) y su desarrollo sigue, a un ritmo pausado. Es una energía con buen grado de madurez. Dinamarca apostó fuerte por ella y actualmente produce el 60% aproximadamente de la electricidad del país.

Gráfico: Mezcla eléctrica de Dinamarca, desde 1990. Fuente: iea.org

La fotovoltaica ha pasado de cero a cien en apenas una década. En 2024 aportó el 17% de la producción total, y sigue creciendo a gran velocidad. Es una energía singular, puede aportar en un momento dado casi toda la electricidad que necesita el país y quedarse en nada una hora después.

Los expertos coinciden en que es necesario domesticarla, colocar entre su extraordinaria pero cambiante capacidad y el refrigerador de nuestra casa una especie de capa de amortiguación. Esto se puede hacer de varias formas, incluso mediante electrónica pura y dura capaz de simular el estable movimiento de las grandes turbinas. También es posible, aunque resulta bastante engorroso, crear sistemas de baterías de almacenamiento. Y también existe el incipiente campo de los electrolizadores para fabricar hidrógeno.

Gráfico: La mezcla eléctrica en España entre el 1 de abril y el 22 de mayo de 2025. Sólo se representan las cinco principales aportaciones, cuya suma se acerca al 90% del total. La línea de puntos vertical marca el día del apagón. Fuente: ree.es.

Los ingenieros eléctricos conocen muchas formas de controlar la fotovoltaica, pero hay una que encaja a la perfección con la forma y tamaño de la península Ibérica: la conversión de la energía del sol en energía del agua. Son las centrales de bombeo. Hay dos buenos ejemplos en la península, la del Tâmega en Portugal y la de Cortes-La Muela en España, y hay muchos proyectos en marcha.

Hay algo más de 1.200 embalses en nuestro país, pero muy rara vez están llenos, y menos todos a la vez. La energía solar podría cambiar esto. La hidroelectricidad aportó en 2024 algo más del 13% del total de la producción. Es energía de turbina, limpia y controlable a voluntad, con la ventaja (además de ser susceptible de almacenamiento) de que se puede poner en marcha de manera casi instantánea si hace falta (el gas tarda horas, y la nuclear puede tardar días).

Un sistema combinado solar-agua podría elevar la contribución de la hidroelectricidad tal vez a un tercio del total, una base realmente sólida para un sistema eléctrico resiliente y sostenible. Una especie de Noruega virtual (este país obtiene más de 90% de su electricidad a base de fuerza hidráulica).

Gráfico: Mezcla eléctrica de Noruega, desde 1990. Fuente: iea.org

Las compañías eléctricas y la gran red que las une tienen que invertir mucho dinero y mucho trabajo para mejorar la resiliencia del sistema eléctrico, ampliar sus conexiones internacionales, y aumentar la capacidad de almacenamiento. Y la ciudadanía también puede participar. Mejorar la eficiencia del consumo eléctrico reduce la demanda (es lo que está sucediendo en los últimos años) y aumenta la holgura y la seguridad del sistema.

Jesús Alonso Millán

 

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