Nos estamos complicando la vida (innecesariamente)

24/02/2021

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La manera más eficaz de avanzar hacia un mundo más sostenible es reducir paulatinamente nuestra huella ecológica. Tranquilos, eso no significa volver a las cavernas, sino todo lo contrario. Implica una dieta mucho más sana, sin ultraprocesados y con menos carne, un transporte también más sano, con trayectos combinados a pie, en bicicleta, en coche eléctrico y en transporte público, electricidad renovable, casas bien aisladas, etc. Reducir nuestra huella ecológica, en general, consiste en simplificar nuestra vida, aligerar nuestro pisotón ecológico y vivir menos azacanados. Pero hay otra tendencia que se podría llamar “alcanzar la (supuesta) sostenibilidad a través de la complicación”. Vamos a ver algunos ejemplos.

 

¿Carne artificial o ganadería sostenible?

Si no queremos comer animales previamente sacrificados, la carne artificial o cultivada parece una buena opción. Se obtiene cultivando células musculares de vacas, cerdos u otra especie hasta obtener una masa parecida a la carne, aunque le faltan algunas cosas para serlo, por ejemplo la sangre, que se simula con jugo de remolacha. Los promotores de las muchas iniciativas que existen de carne cultivada insisten en que este procedimiento, por cada kilo producido, gasta una fracción del agua y energía que consume el mismo kilo producido a base de ganadería industrial.

Esta posibilidad de poner un filete en cada mesa sin que ningún animal sufra y con un impacto ambiental muy reducido es excitante, pero ¿qué hacemos con la ganadería extensiva? Es decir, con las vacas y ovejas que comen pasto en el monte, o los cerdos que se alimentan de bellotas triscando bajo las encinas. Este tipo de ganadería es una pieza fundamental para la conservación de ecosistemas sostenibles y de nuestros paisajes. En vez de producir mucha carne cultivada de alta tecnología, tal vez sea más sencillo comer menos carne y más lentejas, y dejar de criar animales maltratados en instalaciones industriales.

 

¿Captura de carbono o dejar de quemar petróleo?

Dióxido de carbono + hidrógeno = hidrocarburo + oxígeno. El hidrocarburo es otro nombre de la gasolina o el diésel, podemos meterlo en un depósito de combustible y empezar a rodar. El único problema es la cantidad de energía que se necesita para extraer el CO2 y para obtener por otro lado el hidrógeno. Hay otro problema, el hidrocarburo que se quema en el motor lanza CO2 por el tubo de escape (y otras cosas, como óxidos de nitrógeno).

Este proceso tan complicado y tan poco eficiente desde el punto de vista energético, que además sigue lanzando CO2 y contaminantes a la atmósfera, es el elefante blanco de la industria petrolera y de fabricación de automóviles. La otra opción, más sencilla y eficaz, es dejar de quemar petróleo y explotar a fondo las posibilidades del vehículo eléctrico ligero, que puede transportar personas por una fracción del coste energético actual del coche de motor térmico.

 

¿Apps y QRs para reciclar o devolver el casco?

Una secuencia habitual de muchas iniciativas para impulsar el reciclaje funciona así: el usuario descarga una app en su teléfono móvil  la usa para escanear el código de barras de un envase, deposita el envase en una máquina especial, obtiene por esta buena acción un código QR, escanea el código QR y recibe en su móvil e dos o tres puntos virtuales. Cuando tenga los suficientes puntos virtuales, podrá gastarlos en una serie de iniciativas solidarias y sostenibles que le ofrece su app.

Todo esto está muy bien, pero mientras tanto la opción del envase retornable, el que tiene un camino definido y cerrado (se produce, se vende, se consume, se devuelve a la tienda, se recupera/se recicla, se vende, se consume, etc.) es una parte muy pequeña de lo que se hace con los envases, que ahora mismo van al contenedor callejero. La palanca para que funcione el sistema es la consigna, un dinerillo que te devolverán cuando tú devuelvas el envase. Habrá que adaptarla a nuestros tiempos, pero puede ser una manera más sencilla y eficaz de lidiar con la montaña de envases desechados que producimos. Pero sin necesidad de llenar nuestros móviles de Apps, códigos QR y demás acciones para hacer algo tan sencillo como devolver un envase de vidrio.

 

¿Máquinas de ruido blanco o silencio reparador?

Las máquinas de ruido blanco son unos artilugios con aspecto de radio o altavoz inteligente que no reproducen música ni programas de radio, ni responden preguntas. Solo emiten ruido blanco, una pauta de sonido que contiene una mezcla aleatoria de frecuencias, igual que la mezcla de todo el espectro cromático produce luz blanca. Se usaba para calibrar aparatos de sonido, pero ahora se usa para conciliar el sueño.

Por lo que se deduce de los prospectos publicitarios de estas máquinas, producen una especie de colchón sonoro que amortigua y funde los ruidos del exterior. Es una solución original al problema del ruido nocturno. Otra sería eliminar las fuentes de ruido que no nos dejan dormir: el tráfico es la más importante, pero hay otras muchas más, como compresores de aire acondicionado en el patio o motores eléctricos en algún lugar del edificio. Este conjunto de ruidos o vibraciones (a veces apenas audibles) se puede llamar ruido negro, y es muy dañino para nuestra salud.

Jesús Alonso Millán

Fotografía: Amy Elting en Unsplash

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