Cinco maneras de complicarnos la vida

18/05/2023

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En febrero de 2022, la UE aprobó un aditivo para los piensos de las vacas lecheras, a base de 3-nitrooxipropanol, que reduce hasta en un tercio las emisiones de metano que genera el proceso digestivo de estos animales. Hubo que testar exhaustivamente el aditivo, hasta comprobar que no es dañino ni para los animales que producen la leche ni para los consumidores que la toman.

El consumo de leche disminuye paulatinamente (al menos en España), hasta el punto que Central Lechera Asturiana ha denunciado “una corriente de opinión negativa [hacia la leche], una verdadera conspiración, en su campaña #YoBeboLeche. Reducir el consumo lácteo a niveles más razonables podría evitar la complicación de dopar el pienso de los animales con aditivos.

Los coches de motor diésel, a fecha de hoy, deben incorporar al menos tres artilugios para reducir la emisión de los óxidos de nitrógeno y partículas que contienen los gases de escape del motor: un filtro cerámico, que hay que regenerar cuando se atasca, un catalizador y un sistema para inyectar el aditivo AdBlue, que hay que repostar regularmente. A pesar de esta triple barrera, la emisión de óxidos de nitrógeno y de partículas sigue siendo considerable. La reciente norma Euro 7 insiste en ese camino de complicación.

La industria europea del automóvil se resiste a fabricar coches eléctricos sencillos. Estos coches tienen una eficiencia mucho mayor que sus homólogos de combustión al convertir la energía que reciben en impulsión y no lanzan contaminantes por el tubo de escape. En realidad, ni siquiera tienen tubo de escape.

Las SRT (Sugar Reduction Technologies, Tecnologías de Reducción del Azúcar) están viviendo una buena época, con múltiples investigaciones persiguiendo el mismo santo grial, que en realidad es una cuadratura del círculo: crear un producto declaradamente dulce pero que no lleve azúcar, o lleve mucho menos. Nestlé intentó con poco éxito la modificación estructural del azúcar corriente, haciéndolo esponjoso para que sus moléculas se expandieran mejor en la boca del consumidor. La vía de los sustitutivos, como la estevia, el acesulfamo o la sucralosa, y muchos más, crece regularmente, pero ha recibido un duro golpe de la OMS, que considera dañinos en general a los edulcorantes.

Dos o tres veces se ha intentado el pacto general entre la industria alimentaria y el Ministerio de Sanidad para reducir el contenido en azúcar, sal y grasas de los alimentos ultraprocesados. La idea es que todas las empresas a la vez (unas 400) reduzcan poco a poco el contenido de estos elementos en sus productos (se refiere a los ultraprocesados, que suponen un gran porcentaje de la cesta de la compra). No se tienen noticias de la marcha de la iniciativa, que simplificaría bastante la necesidad de investigar las tecnologías de reducción de azúcar y mejoraría significativamente la salud de la ciudadanía.

En su afán por seguir quemando combustible en los motores, pero sin molestar a la atmósfera lanzando CO2 extra a la misma, la industria sacó hace unos años los biocombustibles y más recientemente los e-fuels o gasolinas sintéticas. La complicación de estos productos bate todas las marcas. Por ejemplo, los e-fuels necesitan extraer CO2 de la atmósfera para unirlo al hidrógeno obtenido por hidrólisis y obtener así un hidrocarburo neutro en carbono.

Hace un par de años que Ecoembes lanzó el sistema RECICLOS, que exige descargar una app, escanear las latas y envases que se van a depositar en el contenedor amarillo y ganar así puntos canjeables por diversos premios y actividades solidarias. Ecoembes se opone al sistema SDDR (Depósito, Devolución y Retorno), heredero del antiguo sistema de consigna o de “devolver el casco”, que permitiría elevar mucho las tasas de reciclaje y reutilización de envases con menos complicación.

Fotografía: Martijn Baudoin en Unsplash

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