¿Economía circular? Llámenlo devolver el casco

08/03/2017

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La gran compañía de aparatos informáticos Dell está organizando un sistema para recoger residuos plásticos de playas y zonas costeras para, a razón de un 25% de residuos marinos y un 75% de PET recuperado en tierra, fabricar embalajes para sus productos. Hay muchas iniciativas de recoger basura plástica del mar para fabricar artículos con ella. Por ejemplo, Adidas está usando “plástico del océano” para fabricar una serie limitada de zapatillas.

Recuperar plástico del océano está bien, evitar que termine ahí es mejor. Coca-Cola, después de años de oponerse a los sistemas de devolución y retorno, ha decidido apoyar un sistema de este tipo en Escocia, consistente en que el comprador de un envase pague una sobretasa de 10 peniques (unos 11 céntimos de euro) que le será devuelta cuando retorne el envase. El giro de Coca-Cola es importante porque es la empresa que produce más envases desechables del mundo, mayoritariamente latas de aluminio y botellas de plástico.

Se cita como caso de éxito el de Estonia, que consiguió un 87% de tasa de retorno de las botellas de PET –usadas mayoritariamente para envasar bebidas carbónicas como Coca-Cola. Alemania y Suecia también tienen muy buenas tasas de retorno de envases.

Un reciente documento dado a la publicidad en el Foro de Davos lleva el significativo título de “la nueva economía de los plásticos”. El documento detalla muchas medidas a tomar, algunas tradicionales como reducir el peso de los envases, pero otras más innovadoras, como plantear cambios radicales del diseño de envases plásticos que permitan reintegrarlos en la cadena de uso y reciclaje con facilidad.

Se está hablando de reducir la enorme variedad de tipos de plásticos, que convierte en azarosa la recuperación y el reciclaje, a unos pocos tipos bien estandarizados y por supuesto inocuos, libres de ftalatos, bisfenol A y otros compuestos de los que se sospecha su toxicidad. También es interesante reducir la distribución y fabricación de artículos plásticos “engorrosos y efímeros”, como las bolsas de la compra desechables y los envases de poliestireno expandido.

Los fabricantes de poliespán aducen con razón que su producto ahorra energía en el transporte e incrementa la seguridad y la salubridad de los productos con él empaquetados. Pero también es cierto que el poliestireno expandido abandonado en el ambiente se convierte rápidamente en una pesadilla ultraligera difícil de erradicar del paisaje. También son bien conocidas las islas de plástico del tamaño de países que flotan en los océanos. Se han propuesto iniciativas de limpieza y recogida de estas masas de partículas plásticas, pero el coste será inmenso.

Al final, una y otra vez, en materia de lidiar con los residuos, plásticos, envases o materiales efímeros en general, la vieja técnica de devolver el casco se revela como la mejor y la más avanzada. Crear muchos pequeños circuitos de consumo y retorno de materiales desechados parece mucho mejor que ir a buscar residuos pulverizados a una “isla de plástico” del tamaño de Bélgica situada en mitad del Océano Pacífico.

En España, los envasadores son en general reticentes al sistema de retorno, y prefieren el de contenedor callejero, en abierta oposición a Retorna, la organización que preconiza el sistema de devolución y retorno. Al final, es muy probable que ocurra con esto lo mismo que está pasando con la energía: la transición de un modelo fósil a otro renovable tiene que ir a la par de la transición de un modelo de grandes circuitos abiertos de usar y tirar a otro de circuitos pequeños y cerrados, lo que se viene a llamar economía circular.

 

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