Un cuento de la lechera eléctrica… o tal vez no

17/01/2018

Tiempo de lectura: 3 minutos

Todo está a punto, los astros están perfectamente alineados, el gran momento se acerca. El momentazo es la equiparación del coche eléctrico con el coche térmico. Como se sabe, hasta hoy el coche eléctrico tenía tres graves problemas: autonomía muy reducida, carga lenta y dudosa y precio escandaloso. ¿Cómo están estos hándicaps a comienzos de 2018? Pues la verdad es que poco a poco están desapareciendo, sobre todo el primero y el último.

El plan Movalt para fomentar los coches de motor alternativo (sucesor del Movea) cuyo dinero se dedica en su mayoría a la compra de eléctricos, ha agotado en 24 horas las ayudas. Los 20 millones de euros consumidos, a 5.000 €/vehículo, harían unos 4.000 vehículos vendidos.

El precio medio que se paga en España por un coche nuevo es de unos 18.000 €. Si le sumamos los 5.000 € del Plan Movalt o su sucesor tendríamos 23.000 €, que sería el precio que el comprador medio de coches en España está dispuesto a pagar.

Podemos descontar los modelos eléctricos “urbanos” de poca autonomía, como el Citröen Z-Cero y el Peugeot Ion, que probablemente tienen futuro como parte de las flotas de coches compartidos, más que en manos de usuarios particulares. Ahora mismo hay unos cuantos coches eléctricos en nuestro país a la venta o a punto de estarlo que declaran rozan o superar la cifra de 400 km de autonomía, que ya es lo que se espera de un coche de verdad.

Por ejemplo el Nissan Leaf (378 km, 29.800 €), Renault Zoe: (403 km, 24.225 €), Opel Ampera: (520 km, 33.000 €),  y el Tesla Modelo S (600 km, 82.900 €) . Los precios son todavía altos, pero dejando aparte el Tesla, con un precio estratosférico, el resto están entre 1.000 y 10.000 euros por encima del precio medio de un coche en España, si incluyéramos en este precio ayudas de tipo Movalt.

Contando con los futuros ahorros que supone un eléctrico en comparación con un coche de motor térmico (la energía para mover el coche es mucho más barata, no pagas aparcamientos en la calle ni zonas de parking restringido, menos gastos de taller, menos impuestos, acceso libre a todas las partes de la ciudad sin hacer caso de restricciones por contaminación, etc.), tenemos la ansiada equiparación.

Con 1.000 millones de euros (algo menos que el total gastado en los cuatro o cinco planes PIVE sucesivos), tendríamos la bonita cifra de 200.000 coches eléctricos suplantando a una cifra equivalente de coches térmicos. Ahora mismo no existe esa capacidad de fabricación o de importación de coches eléctricos en España, pero con una demanda fuerte la industria daría por fin el volantazo para dejar la gasolina y adoptar la electricidad. En cinco años se podría completar la transición a la movilidad eléctrica, que no es ninguna panacea de sostenibilidad, pero que reduciría mucho la emisión de CO2 a la atmósfera, la contaminación y el ruido en las ciudades.

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