Paralizados ante una amenaza creciente

11/10/2018

Tiempo de lectura: 7 minutos

Fotografía: Thomas Hafeneth on Unplash

Hoy es 11 de octubre de 2018. Hemos implementado el Protocolo de Kyoto y hemos firmado el Acuerdo de París, pero parece que las medidas aplicadas no son efectivas o que no se hace lo suficiente. Se viene alertando desde hace muchos años del cambio climático, pero parece que a nivel político y en menor medida, social no tiene la suficiente importancia.

Los informes al respecto nos hablan de un aumento de 1,5ºC entre 2030 y 2052 si no reducimos las emisiones a la atmósfera, lo que nos llevaría a incumplir el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París.

De ahí que surja, en algunos países como España y Francia, la creación de un Ministerio para la transición ecológica. Una de las preocupaciones, tanto para las empresas como los consumidores y colectivos asociados, es cómo se llevará a cabo esa transición y cómo les afectará a ellos, en resumen, como tendrán que afrontarla.
No sólo consiste en reducir las emisiones, sino también introducir cambios en los modelos de vida e implantar modificaciones en el modelo energético y económico actual. La mayor preocupación es que las medidas que se tomen sean las adecuadas o como en muchas ocasiones puedan estar influenciadas por las empresas más contaminantes (como las suministradoras de petróleo).

Para cumplir la meta habrá que conseguir una disminución del 45% de las emisiones de CO2 en 2030 y en 2050 su desaparición total, algo que parece imposible, pero necesario para revertir el aumento de temperatura. La solución más conocida, pero no la única, es el aumento del uso de las energías renovables, que tendrían que aumentar hasta un 85% en 2050, siendo el sector energético la clave para combatir este calentamiento global.

Algunas medidas como el “impuesto al sol”, cuya eliminación se hará efectiva, según el gobierno, antes de que acabe el año, no permitía el autoconsumo, algo con lo que a nivel ciudadano se puede contribuir a la expansión de las energías renovables. Esta supresión permitirá que España pueda aumentar el uso de la energía solar.

No todo son malas noticias, puesto que el Protocolo de Kioto logró con creces superar su objetivo que era reducir las emisiones en un 5%, consiguiendo reducirlas en un 22,6% en 10 años. De momento habrá que esperar qué sucede con el Acuerdo de París.

La Agenda 2030 y el Acuerdo de París, uno de los acuerdos con más importancia actual, dejan claro que no se puede entender el cambio climático sin el desarrollo. Está claro también que el cumplimiento de los objetivos se puede hacer mediante la acción climática. De estos objetivos, los objetivos 7, 11, 12, 13, 14 y 15, son los que más de lleno tocan el tema del cambio climático. Entre ellos, el objetivo 13 “Acción por el clima”, es el que trata más a fondo las medidas para mitigar el cambio climático.

ODS

Es necesario una mejor aplicación de políticas energéticas y leyes, en las que los gobiernos se comprometan a exigir a las empresas esas mejoras realizando un mejor control sobre estas. Para ello, algunos países poseen una ley de cambio climático, cosa que España ha puesto sobre la mesa y aún no ha llevado a efecto.
Una acción difícil de llevar a cabo, puesto que supondría para muchas empresas una pérdida de dinero y una reconversión casi absoluta en ocasiones, pero necesaria.

Además para los consumidores podría suponer un ahorro, ya que la sustitución por otros medios más sostenibles les sería menos costoso a medio-largo plazo. Ahí radica la idea de que es necesario una transición moderada hacia un modelo más sostenible, pero parece que no se tiene el tiempo suficiente. Aún así, todavía muchos gobiernos son reacios a este cambio, pero que tarde o temprano tendrán que aplicar.

Un ejemplo de cómo la lucha contra el cambio climático choca con la realidad de la economía se puede observar en que Alemania presentó un proyecto de ley para la prohibición de los coches diésel, dando marcha atrás hace unos días y, en cambio, se decidió por dar ayudas a los propietarios de estos para su cambio, todo ello pactado con las empresas implicadas, uno de los grupos de presión concernidos junto con los propietarios. Un paso que parecía en la buena dirección y se ha quedado a las puertas.

Parece que ya algunos países europeos empiezan a tomar conciencia del problema. En el Consejo de ministros de Medio Ambiente de la UE de octubre de 2018 se adoptaron resoluciones de reducción de las emisiones de los vehículos más ambiciosas, con horizonte en el año 2030. En general,  todos los países del mundo se están planteando la prohibición de los coches de motor térmico.

Pero, ¿que se puede hacer para combatir este calentamiento a nivel “de casa”? No es un tema que se trate asiduamente, puesto que la mayoría de las noticias al respecto son a nivel político y algo de lo que no es fácil encontrar mucha información. En cambio, este tema está muy poco difundido por los grandes medios y debería ser tratado más a fondo. De esta forma, los ciudadanos tendrían un mejor conocimiento de cómo contribuir.

Muchas veces hacemos cosas que dañan a nuestro medio ambiente (no reciclando, el uso del coche privado en vez del transporte público, vertiendo todo tipo de residuos en zonas vulnerables, etc), debido a nuestro desconocimiento del daño que causan.

Cada año que pasa nos advierten de esta misma situación y cada vez los plazos son más cortos. Incluso con el cumplimiento del Acuerdo de País se estima que será inevitable la subida estimada de temperatura sin una reconversión profunda del modelo energético. Algo que no ayuda es el hecho de que la administración Trump se muestra escéptica respecto a este problema.

Se necesita un acuerdo, en el que no sólo se reflejen unos compromisos y que los países lo firmen, sino también que establezca unas directrices muy concretas para llevar a cabo esa transición ecológica y sea más fácil la aplicación del acuerdo. Un problema en el que se debe contribuir de manera global, pero poniendo en marcha toda clase de actuaciones locales.

Se empiezan a observar pasos en la buena dirección, pero que tardarán un tiempo en verse sus efectos. En este contexto surgen técnicas de geoingeniería que consistirían en absorber ese dióxido de carbono, pero que la ONU no aconseja su aplicación por falta de contraste a nivel global y porque a largo plazo podría tener efectos sobre el territorio, los recursos naturales o el agua si se despliegan a gran escala. Se aconseja utilizar medios naturales como los sumideros forestales, la aforestación o la reforestación. Además tampoco se conoce como afectarían estas técnicas al cambio climático.

Para luchar contra el cambio climático la tecnología es importante, la legislación es fundamental, la economía debe estar alineada, pero tal vez la cultura ciudadana (concienciarnos de nuestro papel) es lo que determinará el éxito o el fracaso de esta crucial tarea.

Jaime García Martín

 

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