Los Volkswagen de la calle Galileo

13/09/2017

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Volkswagen va a electrificar su catálogo entero de coches, como muy tarde, en 2030. Es decir, para entonces habrá como mínimo una versión eléctrica de cada uno de los 300 modelos que fabrica el grupo y sus marcas subsidiarias. Las otras versiones de los 300 modelos seguirán siendo diésel y gasolina, con posibilidad de que algunos se muevan a base de gas natural y otros mediante hidrógeno. Esta viene a ser la sustancia del histórico discurso de Matthias Müller, presidente del consejo de administración de Wolkswagen Aktiengesellschaft. Aquí se puede leer el resumen oficial del mismo (en inglés).

La montaña de dinero que se va a dedicar a este fin, 50.000 millones de euros, es equivalente al PIB de Costa Rica o de Lituania. Se necesitarán cuatro gigafactorías para fabricar las baterías necesarias. Se espera que uno de cada cuatro coches que fabrique Volkswagen en 2025 sea eléctrico, es decir unos tres cuartos de millón de vehículos.

Tras un comienzo tan espectacular, vienen las aclaraciones, algunas de ellas sorprendentes. Volkswagen seguirá fabricando coches diésel y de gasolina sin fecha límite, y de hecho anuncia una nueva generación de motores de combustión interna a partir de 2019. Es decir, el objetivo de la firma no es dar un volantazo hacia la movilidad eléctrica, sino seguir avanzando en la misma dirección fósil con una cierta cantidad de alternativas eléctricas, híbridas, de gas natural, de hidrógeno o incluso de combustible sintético “carbono neutral”.

Se puede comparar la presentación de Volkswagen con la que acaba de hacer Apple para presentar el Iphone X y otras cosas. No hay más que imaginar a Tim Cook anunciando que, junto al modelo X, van a fabricar también disquetes de cinco pulgadas y cuarto y monitores de cañón de electrones, con el fin de ofrecer a los clientes de Apple toda la gama completa de la tecnología.

En la calle Galileo, Madrid, el famoso espacio de 60 x 8 metros pintado de amarillo en el que no pueden entrar los coches se ha convertido en un lugar famoso. El espacio es pequeño, pero sus dimensiones políticas son grandes. Se está dirimiendo nada menos que la posibilidad de alejar el coche de las vidas de los ciudadanos. La conclusión, por ahora, es que no se puede: cualquier restricción despertará la ira vecinal de manera instantánea. Puede que haya algún partidario de parar los pies a los vehículos, pero no se le oye, no hay manifestaciones exigiendo la peatonalización de ninguna calle.

La última manifestación exigiendo el retorno del tráfico a la calle Galileo y el discurso del presidente de Volkswagen son dos manifestaciones del enorme poder del complejo social-industrial-cultural del coche privado. A las alturas de 2017, parece claro que a) los coches van a seguir infestando las ciudades y, b) los coches van a seguir siendo de combustible fósil. De donde se deduce que la atmósfera urbana va a seguir disfrutando de elevados niveles de contaminación durante muchos años.

Es entonces cuando irrumpe en escena la Semana Europea de la Movilidad, bienintencionada iniciativa que se celebra en cientos de ciudades de la UE. Consiste en mostrar de manera simbólica lo bien que viviríamos en las urbes europeas si no tuviéramos que compartirlas con tantos coches ruidosos y contaminantes. Para ello, se cortan al tráfico durante unas horas o algunos días unos pocos tramos de calles de mucha circulación. Los efectos son instantáneos, más espacio para caminar y disfrutar de la ciudad, menos contaminación y ruido, menos accidentes, etc. Al día siguiente, cuando se acaba la Semana Europea de la Movilidad, todo vuelve a su estado original.

Parece que esto de la movilidad sostenible no es tan fácil como parecía, y los dos obstáculos principales son los grandes fabricantes, instalados en su zona de confort fósil que no piensan abandonar de ninguna manera, y la cultura dominante de uso del coche que patrocinan, que considera que tenemos derecho a meter nuestro vehículo donde nos dé la gana. Por ejemplo, la publicidad ha conseguido que dos conceptos tan absurdos como los “coches para la ciudad” o los “deportivos urbanos” (los SUV) sean considerados como lógicos y apropiados… y se vendan como churros. ¿Qué pensaría Javier Marías de todo esto?

Jesús Alonso Millán

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