La forja del ecociudadano, 1970-2020: energía para los hogares

07/02/2019

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Un anuncio de la iniciativa municipal para para instalar agua caliente solar en las casas de Barcelona (1998).

Ahora que se acercan los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) 2030, es un buen momento para echar la vista atrás. ¿Cómo ha cambiado nuestra pauta de consumo de energía en los últimos 50 años? Tal vez nos de una idea de cómo cambiarla (a mejor) los próximos 11 años.

El gas y la electricidad triunfan en la climatización

En 1970 la dotación de calefacción en las casas era muy deficitaria, y se hacía amplio uso de combustibles muy sucios, como el carbón. En áreas menos urbanizadas la leña era de uso común. La calefacción eléctrica era de amplio uso, en forma de radiadores individuales de uso puntual. Posteriormente se unió a esta mezcla el gas butano, a base de estufas individuales.

Todo esto cambió radicalmente con la irrupción del gas natural a partir de la década de 1970, que se convirtió en el combustible de referencia para la calefacción doméstica. Su impacto sobre la limpieza de la atmósfera de las ciudades fue considerable, así como la popularización de sistemas de calefacción eléctrica más completos.

Ese mismo años de 1970 el parque residencial de instalaciones de aire acondicionado era prácticamente inexistente. Tres décadas después ya supone un porcentaje importante del consumo energéticos de la climatización, hasta el punto que los picos de consumo eléctrico se van trasladando desde el invierno al verano.

En este caso el impacto sobre la contaminación depende del porcentaje renovable de la electricidad, que pasó entre 1970 y 2018 de suponer un 50% de la producción (casi completamente hidroeléctrica) a un 40% (mayoritariamente eólica). Hacia 1990 se tocó fondo, con menos de 10% de la electricidad de origen renovable. En esa época la electricidad se producía a base de carbón, petróleo y combustible nuclear.

De dos o tres lámparas y un frigorífico a un complejo ecosistema eléctrico doméstico

El consumo eléctrico por habitante se multiplicó por cuatro en menos de cuatro décadas, pasando de 1,6 Mwh a 6 Mwh en 2007. Posteriormente el consumo se derrumbó hasta 5 Mwh, con tendencia actual a la recuperación.  En los primeros años de la década de 1970 el consumo crecía a un ritmo superior al 5% anual (11,5% en 1973). Luego se estabilizó en torno a un 2% anual hasta que la crisis lo vio caer un impresionante -6,5% en 2009.

En paralelo, el consumo eléctrico residencial pasó de alimentar principalmente la iluminación y secundariamente un parque de electrodomésticos de crecimiento rápido (comenzando por lavadoras y frigoríficos) a un complejo ecosistema eléctrico con una media de entre 30 y 40 aparatos eléctricos por hogar.

Estos aparatos crecen en número pero su eficiencia también aumenta. Un caso típico es el frigorífico, que ha pasado de un consumo medio de unos 700 kWh al año a apenas 150 en los modelos de clase A+++.

De la leña al panel fotovoltaico: energías renovables en la edificación

De manera similar al coche de emisión cero, la implantación de energías renovables en el sector residencial puede suponer un cambio muy importante en su pauta de sostenibilidad y de contaminación generada.

Se pueden trazar tres ondas de uso de energías renovables en el sector residencial:

  • Hacia 1970 todavía se daba un uso bastante extendido de la leña y el carbón vegetal en cocinas y aparatos de calefacción y agua caliente, incluso en ciudades grandes. El auge del butano erradicó este uso y lo limitó al ámbito rural.
  • La energía solar térmica (EST) despertó gran interés a partir de la crisis del petróleo de 1973. En la década de 1980 habría sido posible multiplicar el parque de instalaciones EST para agua caliente, como sucedió en Grecia y otros países, pero el prometedor desarrollo de esta energía tan apropiada para un país de las circunstancia climáticas de España quedó abortado.
  • Por fin, las renovables entraron oficialmente en el sector residencial de la mano del Código Técnico de la Edificación de 2006, con obligatoriedad de instalar sistemas de agua caliente por EST o incluso paneles fotovoltaicos en determinadas circunstancias.

Hacia comienzos de la década de 2010 se esperaba un rápido desarrollo del autoconsumo eléctrico, a base de instalaciones fotovoltaicas en comunidades de propietarios. Ese desarrollo se truncó por las incertidumbres de la legislación eléctrica y el llamado “impuesto al sol”.

En general, la secuencia de combustibles utilizados en el sector doméstico (leña, carbón, gas ciudad, gasóleo, GLP, gas natural, electricidad) muestra medio siglo de progresiva penetración de energías finales más ligeras y con menor impacto sobre la contaminación, al menos en su punto de consumo. Así, se ha pasado de un uso mayoritario de leña, carbón y gas ciudad (elaborado con carbón) a un mezcla doméstica a base de electricidad y gas natural.

De dos o tres a más cuarenta aparatos eléctricos en los hogares

El porcentaje que suponen los electrodomésticos en el consumo total de energía de los hogares pasó de un 16,3% en 1990 a 19,4% en 2011.

Algunos considerados imprescindibles (frigorífico, lavadora, televisor y horno de microondas) alcanzaron pronto el 100% de cobertura. En 1970 el porcentaje de hogares con frigorífico eléctrico era de un 70% aproximadamente. En 1990 la cobertura ya era del 100% prácticamente. El 100% de equipamiento en televisores se alcanzó ya en 1980. Actualmente se ronda la cifra de 2,5 televisores por hogar. Las lavadoras son otro elemento con cobertura al 100%. El crecimiento del horno de microondas fue mucho más rápido, pasó de ocupar un 5% de los hogares en 1990 a un 90% en 2011.

Por el contrario, otros electrodomésticos bastante populares nunca han conseguido tasas tan altas. Es el caso de aparatos “no imprescindibles” como el lavavajillas o las secadoras.

La informática ha supuesto la irrupción en los hogares de infinidad de aparatos que requieren electricidad, lo que añade peso al impacto ambiental del consumo eléctrico doméstico. Estos aparatos tienen una alta tasa de reposición y en algunos casos responden a tecnologías efímeras (como el DVD o el Blu-Ray).

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