Cómo viajar en avión con la cabeza muy alta

18/08/2016

Tiempo de lectura: 3 minutos

Un espectáculo habitual en los aeropuertos es el de ecologistas prominentes intentando pasar desapercibidos mientras esperan a que salga su vuelo. El transporte aéreo tiene una fama lo siguiente de mala para los amantes de nuestro planeta (que somos todos).

Se le acusa de consumir energía sucia y fósil (petróleo en el 99,999% de los casos) en enormes cantidades por pasajero, del ruido en los alrededores de los aeropuertos que no deja dormir a los vecinos, de producir estelas de condensación que “aran” el cielo, etc. No es de extrañar que los asistentes a congresos mundiales de lucha contra el cambio climático no quieran que los reconozcan cuando pisan un aeropuerto. La prensa petrolera se cansó de publicar artículos calculando el CO2 emitido por los congresistas de la Cumbre del Clima de París en sus viajes en avión, y llamándoles “hipócritas climáticos”.

Hasta ahora, porque vamos a dar una lista de cinco razones por las que el avión no es un medio de transporte tan insostenible como parece.

Uno. Por encima de los 600 km de distancia, el avión puede tener un impacto global inferior al del transporte terrestre. Simplemente, necesita un aeropuerto de salida y otro de destino, no 600 kilómetros de costosas carreteras. Ese truco se ha usado y se usa en países muy grandes con pocas carreteras, es menos evidente en la superpoblada Europa.

También es verdad que los viajes cortos en avión sí son muy derrochadores de combustible. Usa el tren, no notarás mucha diferencia de tiempo de viaje.

Dos. El avión comercial se mueve en un rango de velocidades entre 600 y 900 km/h. Puedes plantarte en Santiago de Chile desde Madrid en apenas 13 horas, no en tres semanas de ardua travesía marítima. El avión ha convertido el mundo en un pañuelo y permite viajes inimaginables hace solo unas pocas décadas. También es verdad que el modelo de viajes aéreos (supuestamente) muy baratos a cascoporro que ofrecen las compañías low cost no es muy sostenible. Un respeto por el viaje aéreo. Es una ocasión especial estar ahí arriba, a once kilómetros de altura, viendo la tierra ahí abajo.

Tres. Los aviones grandes y los largos trayectos aumentan la eficiencia energética de nuestro viaje aéreo. Un A380 (el avión gigante de dos pisos) en un trayecto Madrid–Buenos Aires puede tener un consumo de combustible por pasajero y kilómetro recorrido que se acerca al de un coche compartido –y todo eso multiplicando su velocidad por diez.

Cuatro. Los aviones modernos son más eficientes que los antiguos. Sucesivos refinamientos en los motores y en la aerodinámica hacen que los aviones reduzcan año tras año su consumo de queroseno por pasajero. Incluso están dando pasos para usar biocombustibles, neutrales desde el punto de vista de la emisión de CO2.

Ya existen aviones eléctricos, incluso solares. Ahora mismo es un sueño pensar en usarlos comercialmente, excepto como avionetas, pero el avión mismo parecía imposible antes de 1903.

Cinco. Si lo deseas, puedes hacer algo para limitar la huella ecológica de tu vuelo, que deriva principalmente de consumo de combustible y la consiguiente emisión de gases de efecto invernadero. Algunas compañías te ofrecen la posibilidad de compensar emisiones de CO2, otras no pero te redirigen a organizaciones que sí lo hacen. La compensación funciona generalmente destinando tu dinero a proyectos de reforestación o de energías renovables.

En conclusión, no te sientas culpable de usar el avión, simplemente aprende a usarlo mejor.

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