Cómo salvar el mundo envolviendo bocatas

16/07/2019

Tiempo de lectura: 3 minutos

“Cuando oigo la palabra sostenibilidad, salgo de estampida”. Así piensan muchas personas, y no es de extrañar, porque últimamente no paran de decirnos lo que hacemos mal en relación con miles de aspectos de la vida: deberíamos comer menos comida-basura, deberíamos reciclar más, evitar el plástico (así, en general), dejar menos huella en nuestras vacaciones, criar niños eco, y no esas fieras consumistas atiborradas de chuches que se ven por ahí, dejar de usar el coche, huir de la moda rápida (fast fashion), comer menos carne, y mil errores más que cometemos. La última moda es la vergüenza de volar, flygskam, que establece la culpa que deberíamos sentir por coger un avión, sobre todo en trayectos cortos.

Así que nos sentimos muy culpables, pero tampoco sabemos muy bien qué hacer para salvar el planeta. La solución más fácil para vivir una vida eco es evidentemente comprar eco, y el catálogo eco no deja de crecer. Por ejemplo, de un año a esta parte proliferan en las estanterías de los supermercados productos para veganos, como hamburguesas de tofu o albóndigas de seitán. Son alimentos ultraprocesados cuya única virtud es carecer de cualquier partícula de carne, por lo demás son muy caros e insanos, pues están atiborrados de azúcar, texturizantes y saborizantes. Es una solución pésima al problema del excesivo consumo de carne.

¿Hay soluciones mejores? Pues sí, las hay. Son las soluciones sostenibles para problemas cotidianos. Por ejemplo: envolver los bocatas en papel de aluminio, film plástico o bolsas desechables especiales termina por salir caro, aparte de multiplicar la cantidad de residuos que producimos. Aquí tenemos un problema. Solución: utiliza las bolsas de papel de las barras de pan. Beneficios: ahorramos dinero, reducimos el volumen de nuestros residuos. ¿Cómo hacerlo? Muy sencillo, no tires las bolsas de papel del pan, reutilízalas. Nada menos que economía circular casera.

Cómo este truco hay miles. No estamos hablando de “evitar el plástico” en abstracto, sino de resolver problemas reales con soluciones factibles. Cada uno puede llegar hasta donde quiera. Por ejemplo, es fácil ahorrar mucho dinero y mejorar nuestra salud eliminando de un plumazo las compras de detergente de lavadora, jabón de tocador, gel de ducha, champú y lavavajillas, y sustituyendo todos estos productos por una pastilla de jabón corriente, tipo Lagarto. ¿Cómo hacerlo? Cortando la pastilla en trozos adecuados para los diferentes usos o rallarlo. La mejora de la salud viene de que evitamos ponernos en contacto con infinidad de aditivos, abrasivos, emulgentes, tensioactivos, aromatizantes y otros compuestos agresivos para la piel. Hasta el planeta sale ganando, no hay más que pensar en la cantidad de envases de plástico que vamos a dejar de tirar a la basura.

Si el problema es un excesivo consumo de carne, la solución puede ser un buen libro de cocina tradicional y moderna, que seguro que está repleto de recetas veganas, vegetarianas y flexitarianas. Si el problema es el atasco cotidiano de camino al trabajo, la solución puede ser un horario flexible, el teletrabajo, compartir coche, usar la bicicleta, etc. Si el problema es abastecerte de ropa de calidad a bajo precio, la solución puede ser entrar en el circuito de segunda mano. Se trata en todos los casos de dar soluciones factibles para problemas cotidianos, no de lanzar consignas ni emitir nubarrones de culpabilidad planetaria sobre los ciudadanos. Ya sabes: si ahorra dinero, mejora tu salud, es fácil de hacer y además mejora el planeta… no lo dudes, es sostenible.

Fotografía: Jez Timms en Unsplash

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